* El conocimiento es poder, sólo la fe se lo disputa e impone en buena parte del mundo, donde la tradición judeo-cristiana aportó las reglas del juego que están en tránsito de modificación. Cristo a través del Zen… la transubstanciación y el tomismo sujetos a una revisión por parte de las religiones orientales. ¿Lo resiste Occidente? ¿Tenemos políticos capaces de servirse de ese conocimiento, para guiar a sus gobernados a buen puerto?
Gregorio Ortega Molina
Imposible negarse a ver lo que sucede bajo nuestros pies e indefectiblemente afectará nuestra percepción del mundo y la idea de cultura y civilización con la que crecimos. Todo nos indica que este cambio de época también lo es -está previsto- uno de paradigmas.
Ante la incertidumbre de lo que nos parece ajeno, lo adecuado resultó preguntar. Debido a las restricciones impuestas por el claustro a causa del Covid-19, solicité que disminuyeran mi ignorancia por escrito. ¿Estamos realmente ante un cambio de época?
El doctor José Manuel Cuéllar respondió: “Decididamente sí, y en varios registros. La debacle económica, el pánico del mercado financiero, el rezago educativo, la austeridad sin cortapisas, por no hablar del duelo colectivo, de la criminalidad rampante y del imperio de las redes sociales, serán prolongados y definitorios. Parafraseando a Thomas Kuhn: un cambio de época se da cuando cambian los paradigmas, los marcos de inteligibilidad; cuando las respuestas no sólo resultan insuficientes, sino también las preguntas; cuando el ser humano –esto también lo dice Kuhn– tiene frente a sí un nuevo rompecabezas. Cambio de época, entonces, porque el yo –este yo escenificado, pauperizado, enfermo, vigilado, impotente, de rostro encubierto– está por darse de bruces, no con una nueva normalidad, sino con una nueva realidad (una realidad que ya comienza a calificarse de “posfáctica”, ajena a las nociones de “verdad” y “mentira”, mercurial, digital y positiva, realidad sin “resistencia”. Hoy podemos hablar, como López Velarde hace cien años, de la “novedad de la patria”. Otra novedad y otra patria”.
La respuesta de Alberto Ortega Venzor es abundante y académica. En un esfuerzo procuro suprimir lo que no es imprescindible para su cabal entendimiento: “Lo primero es una definición de época. El diccionario de la RAE dice: Período de tiempo que se distingue por los hechos históricos en él acaecidos y por sus formas de vida.
“En un período de tiempo cabe cualquier cosa. Tal vez sea más preciso hablar de un cambio de civilización emparentado con la noción de cultura. Nuevamente acudo a la RAE para la definición de estos términos: civilización es el conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana; cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
“He acuñado una definición de cultura que dice de manera abreviada lo que contiene la palabra, el concepto : la forma de entender al mundo y transitar por la existencia (o por la vida).
“Dicho lo anterior, creo que hay señales claras de un cambio de civilización que se viene gestando desde el inicio de la revolución de la información y del descubrimiento del genoma humano y, aunque en todo el globo estamos sumidos en la pandemia, ya podemos atribuirle el carácter de catalizador.
“A partir de la revolución de la información y de las comunicaciones surgieron fenómenos sociales inéditos, como las interrelaciones a distancia a nivel personal, en la economía, la educación, la medicina, la investigación, el arte, las religiones, las gestiones gubernamentales y una lista enorme que conforma el mundo virtual donde lo presencial parece pasar a segundo plano, en el mejor de los casos. Hay regresiones que son verdaderas paradojas, como es el caso de las universidades que ya no se localizan en una ubicación geográfica como ocurría con en la Edad Media, situadas donde se encontraba el profesor. Hoy las instituciones educativas, de todos los niveles, se encuentran ubicadas y pulverizadas donde están los maestros y los alumnos. Ni hablar del “Empleo en Casa” bautizado como “Home Office” siendo que, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, lo ordinario era que la vivienda y el lugar de trabajo ocuparan el mismo espacio. Estamos en un camino sin retorno y la pregunta que nos hacemos es: ¿qué va a pasar con la costosa infraestructura de muchos millones de metros cuadrados en edificios que hoy parecen pueblos fantasma?
“Por otro lado, el comercio virtual está teniendo un crecimiento exponencial, como le ocurre a Amazon que, en lo que va de la pandemia, el valor de las acciones ha subido 73%. Solamente en una de sus muchas bodegas de distribución despachan 3 millones de pedidos al día. La misma suerte han tenido prácticamente todos los negocios de alta tecnología, incluyendo, por supuesto, a la industria farmacéutica y de servicios de salud en general.
“Hay muchos más hechos para reflexionar, y muchísimo más que ni siquiera podemos imaginar, pero parece que ante la pregunta: ¿estamos ante un cambio de civilización?, ya se puede anticipar una respuesta afirmativa”.
También un cambio de paradigma
La mutación que hoy vivimos dista mucho de ser cosmética, como tampoco lo fueron ninguna de las anteriores. Las respuestas que aportaron son el catalizador de una conclusión personal: todo cambio de época, civilización y cultura es favorecido por la suma del conocimiento que nos ha permitido adueñarnos de nuestro espacio, o creer que lo modificamos, cuando puede ser a la inversa. El ser y el deber ser en este contexto tienen su entorno.
La historia debe verse a través de un prisma, pues las religiones y/o corrientes filosóficas tienen su propia interpretación a lo que nos antecede y a lo que construimos como futuro.
He tenido la oportunidad de visitar, en dos ocasiones, una prodigiosa exposición llamada La Historia a través de la Biblia. La percepción religiosa es particular. Si para la deidad el principio fue la palabra, para el ser humano la tentación y la necesidad de cubrirse el cuerpo. Al mismo tiempo nacen cuatro nociones que nos atenazan: el bien, el mal, el pecado y el pudor… con una quinta consecuencia que determina comportamientos y conductas: el libre albedrío.
Así, la acumulación de conocimiento convierte a los nómadas en sedentarios, y éstos -gracias a la rueda y al transporte animal- también se hacen comerciantes; con el trueque se intercambian ideas, surgen las disputas, las guerras, la necesidad de hacerse con el poder.
El conocimiento es poder, sólo la fe se lo disputa e impone en buena parte del mundo, donde la tradición judeo-cristiana aportó las reglas del juego que están en tránsito de modificación. Cristo a través del Zen… la transubstanciación y el tomismo sujetos a una revisión por parte de las religiones orientales. ¿Lo resiste Occidente? ¿Tenemos políticos capaces de servirse de ese conocimiento, para guiar a sus gobernados a buen puerto?
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La cuesta de enero, la recesión y el conflicto poselectoral están previstos por los analistas políticos, tanto los de aquí como los de fuera. Saben, lo advierten, que para esta nación la crisis económica se prolongará, al menos, hasta el tercer trimestre de este año, y que lo más profundo del valle del desempleo y del cierre de empresas se vivirá durante las elecciones de junio y afectarán también la consulta sobre la corrupción, lo que seguramente se traducirá en campañas agresivas, y ejecuciones y muertes. Ojalá la boca con la que anuncian sus predicciones se les haga chicharrón.
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@OrtegaGregorio