* Mientras la intromisión política de Estados Unidos nos hace añorar la Doctrina Estrada, descubrimos con estupor que la economía interna adquiere la fisonomía de la recesión, y la narcoviolencia persiste para alimentar las protestas de los que perdieron el futuro
Gregorio Ortega Molina
Los Tiempos líquidos del difunto Zygmunt Bauman adquieren la consistencia del agua de borrajas bíblica, se convierten en un proceso de desideologización turbio, en el empeño de una reingeniería social imposible, porque conducirá a una guerra fuera del marco económico en que se mantiene contenida.
Con el hillbilly neoyorquino en el poder, las reglas del juego entre naciones son inducidas al juego bélico, mientras los capitostes de las casas de bolsa y la banca estadounidense parecen estar de acuerdo en que se formulen ajustes en las normas económicas y diplomáticas trilaterales, no necesariamente favorables para México.
Dejó anotado Bauman: “El NAFTA, el mercado interior estadounidense ampliado para incorporar a Canadá y a México (<<después del petróleo>>, señala Naomi Klein, <<la mano de obra inmigrante es el motor de la economía del sudoeste>> de Estados Unidos), se complementó en julio de 2001 (gracias, Vicente Fox) con el <<Plan Sur>>, en virtud del cual el Gobierno mexicano asumía la responsabilidad de la vigilancia masiva de su frontera meridional”.
En el contexto anterior es necesario observar el ingreso de México a un nuevo impasse en su desarrollo, debido a la debilidad de sus dirigentes, a la carencia de un proyecto político que incluya la reforma del Estado, y al empeño en desestructurar lo que se apostó en el ideario de la Revolución y su marco normativo establecido en la Constitución.
La partidocracia, instalada en la soberbia que se alimenta de la corrupción y la impunidad, hizo de la desideologización un instrumento de control político, para alargar la agonía de un presidencialismo rampante.
Mientras la intromisión política de Estados Unidos nos hace añorar la Doctrina Estrada, descubrimos con estupor que la economía interna adquiere la fisonomía de la recesión, y la narcoviolencia persiste para alimentar las protestas de los que perdieron el futuro en el hambre, el desempleo, el engaño y la desesperanza.
En un informe de los sistemas de inteligencia estadounidense dado a conocer en El País, se indica “el registro es de <<alta frustración pública>>. El motivo radica en que la incertidumbre económica y los cambios sociales están al alza mientras la confianza en los gobiernos declina. Desde este perspectiva, la inteligencia estadounidense saluda los grandes reformas emprendidas por el presidente Enrique Peña Nieto, pero advierte que no han logrado incrementar significativamente el PIB.
Entretanto, el apoyo ciudadano se ha agriado entre acusaciones de corrupción, violencia persistente, el debilitamiento del peso y crisis domésticas como la desaparición de los 43 estudiantes en 2014. Grandes reformas, como la apertura a la inversión extranjera de la industria petrolera, necesitarán años para dar sus frutos, pero las protestas antigubernamentales pueden escalar si el desencanto se vuelve más aparente que los beneficios”.
De allí que les urja ceder la responsabilidad de la paz social y la institucionalidad a las Fuerzas Armadas, a través de una reforma al artículo 29 constitucional, en apariencia pospuesta por la eternidad.
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