* Se las ingenió Andrés Manuel López Obrador para, en seis años de conferencias de prensa matutinas, cambiar, modificar, estropear los códigos éticos y morales de ser del mexicano -lo mismo descritos por Samuel Ramos, Octavio Paz, Emilio Uranga o Jorge Portilla-, y sustituir la lucha de clases por una confrontación social creciente y rencorosa, hasta lograr su objetivo único y esencial: el odio entre mexicanos, como requirieron los nazis para gobernar por el miedo, el terror. Léase las carpetas de investigación; es decir, corromperse para combatir la corrupción
Gregorio Ortega Molina
Ricardo Raphael lo avisó con antelación suficiente en su texto de Milenio del 9 de septiembre pasado. Más que exhibir la traición expuso el método de coerción impuesto a ciertos senadores de la menguada y corrupta oposición.
Debimos saberlo desde que en tiempos pretéritos Andrés Manuel López Obrador advirtió que el futuro de las instituciones era irse al diablo. Supo, entonces, lo que debía hacer para lograrlo.
Durante su segunda intentona de hacerse con el poder, expuse que debía ser considerado un Joseph Goebbels de bolsillo, y erré, es un consumado deformador de la realidad, cuyo objetivo fue, siempre, dividir a la sociedad. No descansó hasta transformar la confrontación social en odio entre mexicanos: el México bueno y sabio, por un lado -sus fieles discípulos- y la mafia del poder, los ninis, los fifís, los aspiracionistas, la clase media por el otro, salvo esos cómplices como Carlos Slim, cuya función de vida es hacer dinero, sin importar a quienes se lastima para lograrlo.
El modito de imponer su voluntad parece copiado de El Padrino, donde Virgil “El Turco” Sollozzo sabe desprenderse de los peces menores como Luca Brasi, pero desconoce cómo ha de negociar con Vito Corleone. Sollozzo es un peón de Emilio Barzini, de idéntica manera, desde Palacio Nacional copiaron el modelo ahora impuesto como norma. El Barzini totonaca cree manejarlo todo.
No debe extrañarnos, entonces, el que Andrés Manuel López Obrador decidiera seguir la ruta trazada por Goebbels para identificar al enemigo que debiera unir a los “alemanes buenos y sabios” para construir el Reich de los mil años. Acá se vieron modestos, tan solo aspiran a la transformación moral de México, al humanismo ese que nos engaña diciendo que los pobres van primero, cuando no es cierto, pues ni el cuadro básico de vacunación pueden proveer.
Se las ingenió Andrés Manuel López Obrador para, en seis años de conferencias de prensa matutinas, cambiar, modificar, estropear los códigos éticos y morales de ser del mexicano -lo mismo descritos por Samuel Ramos, Octavio Paz, Emilio Uranga o Jorge Portilla-, y sustituir la lucha de clases por una confrontación social creciente y rencorosa, hasta lograr su objetivo único y esencial: el odio entre mexicanos, como requirieron los nazis para gobernar por el miedo, el terror. Léase las carpetas de investigación; es decir, corromperse para combatir la corrupción.
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