* Ni siquiera tenemos idea de hace cuánto dejó de existir el hilo conductor de la narrativa histórica del proyecto nacional, de la idea de patria, de la observancia constitucional. Pero de no ser por los escándalos, estaríamos peor
Gregorio Ortega Molina
La narrativa de control político de la 4T y su presidente Manuel Andrés López Obrador es perversa, apuesta al engaño al descargar todo su odio y vituperio al pasado inmediato, se esfuerza por demostrar el éxito presente en el que los mexicanos buenos y sabios están felices, al dejarse alimentar de los plásticos del bienestar, y con promesas nunca alcanzadas: no seremos Dinamarca ni alcanzaremos la auto determinante refinación de combustibles fósiles, en un coitus interruptus in extremis.
Cabalgan entre informes falsos y mentiras verdaderas, construidas con la habilidad de personajes contratados por su ingenio y conocimientos para hacerlo, como Jorge Zepeda Patterson, quien en su texto del jueves 7 de marzo último discurre, en un sinsentido, sobre la inutilidad del argumento -construido por la oposición a Morena- en torno a la elección de Estado, al fraude electoral. Lo que en su momento aplaudió a su líder y profeta y autoproclamado presidente legítimo -debido a un nunca probado fraude electoral-, en Xóchitl Gálvez se convierte en argumento falaz.
Debemos darnos cuenta, ya, de que Manuel Andrés es más Benito Mussolini que José Martí. Sus argumentos y sinrazones lo colocan al lado de Héctor Pérez Jiménez y lo aleja de Salvador Allende. ¿Quiénes resultan los verdaderos, auténticos beneficiados de las decisiones económicos y políticas del actual gobierno? ¿Por qué San Fernando, o Allende, o Villa Victoria, o Chilpancingo, o se multiplican, sin importar que la población viva empavorecida y la extorsión crezca sin control, y el narco adquiera la fuerza de poder fáctico? ¿Qué nos indica el linchamiento ocurrido en Taxco, el último jueves santo?
Pero los genízaros del gobierno y sus patronos olvidan lo que la doctora Vanessa Freije rescata para nosotros, los mexicanos, en su ensayo De escándalo en escándalo, cómo las revelaciones periodísticas construyeron la opinión pública en México.
“Considero que los escándalos no son interacciones acotadas, sino procesos sociales que involucran una serie de momentos amplificados que contienen recirculación de información, habladurías, nuevas revelaciones, respuestas públicas, negaciones, castigo, remembranzas y silenciamiento. Esta definición trae a primer plano los ecos que se perciben tiempo después de haberse dado la irrupción inicial. Los procesos sociales en torno a los escándalos han permitido que múltiples actores den forma a la resonancia política que estos casos tendrían”.
Ni siquiera tenemos idea de hace cuánto dejó de existir el hilo conductor de la narrativa histórica del proyecto nacional, de la idea de patria, de la observancia constitucional. Pero de no ser por los escándalos, estaríamos peor.
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@OrtegaGregorio