* Será sometido al escarnio por largo tiempo, su esposa e hijos, sin perderle cariño ni respeto, lo mirarán con recelo, y lo que fue la educación intrafamiliar quedará rota para siempre. Adiós al hogar, al prestigio, a las amistades y las complicidades, que en política son necesarias para sobrevivir
Gregorio Ortega Molina
Cuando los valores que tradicionalmente nos dieron carta de identidad como seres humanos perdieron vigencia, y además son vistos con sorna, el juicio popular, la acusación sin pruebas -aunque con fundamento, sobre todo después de pagar al contado una casa de 38 millones de pesos- destruye famas y crea confusión.
Emilio Lozoya Austin será sometido al escarnio por largo tiempo, su esposa e hijos, sin perderle cariño ni respeto, lo mirarán con recelo, y lo que fue la educación intrafamiliar quedará rota por siempre. Adiós al hogar, al prestigio, a las amistades y las complicidades, que en política son necesarias para sobrevivir.
Habrá de establecer prioridades, si desea conservar el respeto de su familia y de su padre. Poco importa la decisión que tome, evitará pisar la cárcel; en el trajín del juicio mediático, es posible que quede convertido en el sepulturero de este gobierno y, además, adquiera la consistencia de pesada lápida de la restauración del presidencialismo a la mexicana.
La cadena de sucesos así lo indica. A la denuncia mediática inicial apareció la primera respuesta desde el poder. El vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, consideró absurdos, falsos y sustentados solamente en la mala fe, los señalamientos respecto a que supuestos sobornos entregados a Emilio Lozoya, por parte de la empresa Odebrecht, hubiesen llegado a la campaña del entonces candidato a la Presidencia, Peña Nieto.
En cuanto a la respuesta del ahora desprestigiado Lozoya, él niega todo y anuncia demanda por daño moral. La información indica que el ex director de Pemex afirma que no recibió dinero de la empresa brasileña Odebrecht, y pidió a sus abogados interponer esa demanda por daño a su imagen y prestigio. Javier Coello Trejo, su abogado defensor, declaró que “probará que Emilio Lozoya no recibió un solo centavo de esos 10 millones de dólares. El ex director de Pemex es inocente y nunca ha recibido sobornos de la empresa brasileña”.
Sin embargo, Lozoya pagó al contado una casa de 38 millones de pesos poco después de cerrar la campaña de EPN en 2012, lo que resulta sorprendente, pues indican los que saben de adquisiciones millonarias, que la vivienda que se compra para vivirla y tener el dinero suficiente para conservarla y mantenerla, no debe rebasar el diez por ciento de la fortuna personal.
Lectores, saquen cuentas. Poco importa si Emilio Lozoya Austin es culpable, o no, por lo pronto se hará público hasta el color de su ropa interior, y pronto, muy pronto, involucrarán a la familia. Aunque mantenga la boca cerrada habrá de comer moscas, y algo más.
Todo lo anterior sólo ocurre en un país cuya decadencia se manifiesta en la pérdida de los valores que nos permiten identificarnos como seres humanos.
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