* Con los dientes apretados muchos apoyan la protesta, pero hacen cuentas sobre el costo económico. Las cifras difieren, son mil millonarias. Debieran ir en sentido contrario, hablar de lo que todos ganamos con el respeto y la dignidad de las mujeres
Gregorio Ortega Molina
Tanto se esforzó AMLO por dar la aparentar, que con el asunto del feminismo terminó por enseñar el cobre, e incluso queda la impresión de que obligó a la señora Beatriz Gutiérrez Mueller a realinear su postura frente al lunes sin mujeres.
El voto, la popularidad, la aceptación parecieron cubrirlo con una “piel de zapa” especial, confeccionada para satisfacer sus caprichos y necesidades en su ascenso al poder y su permanencia en él. Todo parecía (parece) dispuesto a que su permanencia, un sexenio tras otro, fuese vista como necesaria, como una necesidad de salud pública, de acuerdo a lo conceptuado y difundido por Antoine de Saint-Just. AMLO simuló ser la salvación de la patria y el fundador de la IV República. Estuvimos a un tris de decir adiós a la democracia.
Pero el descuido en el poder, en la palabra del poder, se paga muy caro. La respuesta a las pintas en Palacio Nacional y otros sitios, con motivo de las protestas feministas por las muertes de niñas y mujeres, y por la impunidad de los perpetradores, fue un patinazo ideológico que mostró su verdadero talante: sólo el daño causado por ellos, los de la 4T, es tolerable.
Al reclamar que en sus protestas no tiraron ni una piedra ni rompieron ningún cristal, olvidaron contabilizar los empleos que trituraron, los negocios que convirtieron en polvo, las leyes que nulificaron al bloquear Reforma y Avenida Juárez, con la absoluta complicidad de Alejandro Encinas. Son unos verdaderos sepulcros blanqueados.
En alguna nota informativa leí que se perderán 37 mil millones de pesos con un día sin mujeres, y desde ese momento me pregunté ¿por qué no se hace el cálculo inverso: cuánto se gana por escuchar las razones de las protestas con motivo de los feminicidios? ¿Cuánto debe la civilización a las mujeres? ¿Cuánto se pierde por la impunidad en los feminicidios? ¿Qué sería de la cultura sin su participación en letras, pintura, música, arquitectura? ¿De los éxitos sociales sin su activismo? Y, lo más cercano al ámbito de lo mexicano: ¿qué sería de la familia, de la estabilidad del hogar, de la moral y la ética en la formación de las hijas e hijos?
Ojalá sea un éxito político, democrático, socio-cultural significado en la preservación de la seguridad y en la lucha contra la impunidad el próximo lunes, porque vale los supuestos 37 mil millones, pues lo que se recupera es lo que Margaret Atwood prefigura en El cuento de la criada.
“Aquellas mujeres podían ser sueltas; o no. Parecían capaces de elegir. En aquellos tiempos, nosotras parecíamos capaces de elegir. Éramos una sociedad en decadencia, con demasiadas posibilidades de elección”.
Son esas posibilidades de elección las que se requiere preservar a como dé lugar, y AMLO debió dejar en claro su postura, pero no, es un reaccionario que, da la impresión, obligó a su esposa a alinearse con sus intereses políticos, nunca con la urgente preservación de la dignidad de esos seres humanos que lo mismo son madres que presidentes de empresa o de un país; madres, lo mismo escritoras que pintoras, arquitectas o directoras de orquesta; madres igual que maestras y conductoras de masas, y a esto último es a lo que más teme AMLO.
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