* Hay una mojigatería gubernamental, social y en los medios que es difícil aceptar y entender, sobre todo porque los que más se muestran azorados son los que se benefician, de una u otra manera, de ese flujo de dinero que no los deja dormir, pero les facilita la vida
Gregorio Ortega Molina
Más de las veces deseables la realidad resulta desagradable a las personas de manera individual y en sociedad. Casi nunca coincide con los sueños o deseos o necesidades que se requieren para gobernar y hacer historia. Tampoco los adinerados la aceptan de buena gana.
Si alguien debe sentirse contrariado -lo infiero porque las fotografías lo muestran sorprendido- es el presidente del México bueno y sabio, porque a pesar de su enorme empeño nada le ha resultado como anillo al dedo. Los arrebatos de la naturaleza superaron sus previsiones y agotan sus reservas monetarias. La lana es consumida por el Covid-19 y las calles y pueblos anegados de Tabasco, Chiapas y el sur de Veracruz; el estado de ánimo es avasallado por la violencia y porque en muchas zonas de la república los barones del narco sustituyeron al Estado. Los programas sociales quedan convertidos en “curitas”.
Sobre los desastres que salen fuera de las manos de quien manda, aparecen los propiciados por inexperiencia o porque no desea saber los antecedentes ni quiere aprender a resolver los problemas. El presidente de México lo da todo por sabido, porque es así como puede concebir el éxito de su 4T. Pieza que no encaja en su rompecabezas, no existe.
Es así que los sucesos controlables se le salen de cauce y lo colocan fuera de lugar. ¿Quiso conocer los antecedentes del modelo para administrar al crimen organizado y cómo, en acuerdos -seguramente no escritos- con el gobierno de Estados Unidos, comparten esa responsabilidad delegada en agencias antidrogas y de seguridad nacional, allá, y aquí con las instituciones que el gobierno determina? ¿Le explicó Martí Batres lo que se hacía con el dinero negro del gobierno del entonces Distrito Federal? ¿Se enteró de dónde procedía? Supongo que sí, el video de El señor de las ligas pudo darle una idea.
Supongo que su acendrado cristianismo evangélico le impide ver ciertos aspectos del gobierno de los humanos tal cual son, y quizá considere que evitar su conocimiento y su contacto le facilite la administración de los asuntos públicos, sin detenerse a considerar que en la cosa pública se incluye esa delincuencia organizada que produce miles de millones de dólares al año, que trasiega narcóticos y armas y personas en buena parte del territorio nacional, y además el territorio nacional es la ruta de acceso a Estados Unidos.
Los dólares negros de ninguna manera se incineran; se incautan, se decomisan o se ingresan, a través de negocios fiscalmente legales, a la economía de Estados Unidos y México, y a la de los países europeos y a la de aquellos donde el narcotráfico es redituable, a pesar del saldo rojo que deja en las calles de esas naciones donde se le combate con fuerza, pero crece y diversifica.
Hay una mojigatería gubernamental, social y en los medios que es difícil aceptar y entender, sobre todo porque los que más se muestran azorados son los que se benefician, de una u otra manera, de ese flujo de dinero que no los deja dormir, pero les facilita la vida.
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