* En México se fallece de hambre. No alimentarse adecuadamente mata, lo mismo a los delgados en extremo que a los excesivamente obesos. Estar gordo no quiere decir comer a satisfacción de las necesidades del desarrollo sustentable del cuerpo humano
Gregorio Ortega Molina
La magnitud de los problemas en esta aterida nación se magnifica, debido a la disfuncionalidad de las instituciones políticas y, quizá, de las agrupaciones empresariales. Optan por comprometerse con el desarrollo sustentable, pero olvidan que la vida humana es elemento esencial para esa propuesta, que no deja de ser quimérica.
Aquí lo mismo se muere de hambre que de obesidad. Las cifras aportadas por Mario Luis Fuentes en Excélsior son para causar vergüenza y propiciar pesadillas.
Escribe el investigador Fuentes: “Es importante señalar que la obesidad y el sobrepeso, además de ser determinante de las dos principales causas de muerte en el país: la diabetes y la hipertensión, está generando defunciones de manera directa, las cuales contrastan severamente con las defunciones que se registran por desnutrición.
“Cabe destacar, respecto de las defunciones por desnutrición, que la mayoría de ellas (alrededor de 80%) ocurren en el grupo de edad de mayores de 65 años, es decir, se trata de defunciones debido a la imposibilidad de ingesta de alimentos; sin embargo, también es relevante destacar que entre los años 2006 y 2015 el promedio de defunciones anuales de menores de 18 años por esa causa es de alrededor de 800 casos, cifra a todas luces inaceptable”.
Las causas de lo anterior tienen origen cultural, económico y social. La pobreza es combatida con el supuesto ingenio mexicano para engañar al hambre. Las proteínas necesarias para acudir a la escuela o al trabajo y dar un pleno rendimiento, son sustituidas por la ingesta masiva de carbohidratos.
¿Han atestiguado la preparación de esas tortas de tamal, en las que lo que se coloca en medio del bolillo o la telera se fríe en un aceite quemado y requemado? Muchos lo acompañan con atole, otros de plano se inclinan por los azúcares de las bebidas embotelladas.
Lo que los patrones ahorran al pagar salarios de miseria -para ello autorizados legalmente gracias al outsourcing-, las instituciones de salud del Estado lo gastan en el combate a las enfermedades crónicas producto de la obesidad: hipertensión, diabetes y servicios funerarios, sin olvidar al pago de marcha y las pensiones a las viudas o concubinas.
En cuanto al asunto de la desnutrición, término inventado para sustituir la realidad espantosa del hambre, debemos recordar que desde 1994 las proclamas del EZLN nos alertaron sobre esta realidad ancestral. En México se fallece de hambre. No alimentarse adecuadamente mata, lo mismo a los delgados en extremo que a los excesivamente obesos. Estar gordo no quiere decir comer a satisfacción de las necesidades del desarrollo sustentable del cuerpo humano.
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