* Ser feminista es una actitud natural, porque como hombre comprendes que puedes llegar a ser tan importante social, cultural y económicamente, como lo son las mujeres de tu familia, como lo son tus amigas, o esas señoras a las que admiras y respetas
Gregorio Ortega Molina
Hay temas, palabras, conceptos que al presidente AMLO le causan escozor, le producen comezón, le irritan. Me resulta inexplicable el por qué se niega a reconocer el incremento de feminicidios, el maltrato a las mujeres que se multiplica como consecuencia de la cuarentena, el deseo de las féminas a ser reconocidas y respetadas.
¿Por qué la toma de oficinas de la CNDH en la Ciudad de México y en algunos estados? ¿Qué esconden y cómo las alientan? O como preguntaría el mismísimo presidente de la República: ¿quién pompó?
Justo antes del encierro “legal” como arma preventiva para la salud, el movimiento feminista realizó sus marchas, revaluó su presencia e importancia, tocó a las puertas de Palacio Nacional, donde les dieron la espalda con una respuesta inexplicable: el poder es humanista, no feminista.
Pienso en esa idea, ese concepto soltado por el difunto Juan Pablo I: Dios es mujer, la deidad está en femenino. ¿Por qué no? ¿Alguien se ha tuteado con el Señor? Lo mismo es la zarza ardiente que una suave brisa, o una voz que se escucha durante el sueño, o una luz que ciega a Pablo de Tarso camino de Damasco. Puede deducirse entonces que hay mucho de femenino en ese Dios omnipotente y omnipresente al que millones de personas deciden entregar su fe.
¿Por qué, entonces, AMLO elude el tema y se sale por peteneras cuando le piden opiniones sobre el feminismo? Tiene un gineceo curioso: Elenita, Jesusa, Claudia, Rosa Icela… me queda la percepción de que ellas comulgan con él y sus ideas y proyectos, pero el presidente no comulga con ellas. De hacerlo ya hubiera encabezado él ese movimiento, por la movilización social que representan y los votos que significan.
Lo cierto es que el feminismo también es un movimiento político, aunque si bien su activismo no busca hacerse con el poder presidencial, sí trabaja en su necesaria modificación, y no nada más porque la aportación de las mujeres en la economía es cada día mayor, sino porque la civilización, la cultura, la manera de vivir se desarrolla y transforma gracias al espíritu feminista en todo lo que esta carga significa.
Quizá una de las mayores diferencias entre Jean Paul Sartre y Albert Camus fue la relación que cada cual establecía con las mujeres. El padrecito del existencialismo las trataba de igual a igual, quizá por haber nacido en la metrópoli y educarse en la ENA, donde la élite francesa se forma todavía hoy. Camus es hijo de la colonia, hijo de españoles emigrados a Argelia, donde la subordinación de la mujer era un hábito, y hoy todavía.
¿Puede modificarse de la noche a la mañana? ¿Se aprende en casa, como producto de la relación entre los padres, y la necesaria empresa de colaboración para que el hogar funcione? No lo sé, porque también puede ser algo que traes adentro porque lo viste y viviste en tu familia y entorno, y resulta entonces que ser feminista es una actitud natural, porque como hombre comprendes que puedes llegar a ser tan importante social, cultural y económicamente, como lo son las mujeres de tu familia, como lo son tus amigas, o esas señoras a las que admiras y respetas.
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