* Desentenderse del destino de Ucrania como nación y alfil indispensable en el nuevo equilibrio geopolítico que se diseña, equivale dejar a Europa débil ante las pretensiones de Vladimir Putin y Donald Trump. Lo demás será pagar las consecuencias
Gregorio Ortega Molina
Ucrania es una pieza clave en el reordenamiento geopolítico del mundo. Temo que los líderes europeos proceden hoy como en su tiempo lo hicieron Chamberlain y Daladier. Se anuncia el regreso a cierto tipo de barbarie.
Esa nación es más occidental en las costumbres y aspiraciones y búsquedas que el resto de lo que fue la Unión de Repúblicas Socialistas. Aunque hiciéramos de lado las consideraciones humanas, pongamos sobre la mesa su condición de país productor de alimentos, o su ubicación para que llegue a la Comunidad Económica la energía, pero sobre todo para garantizar el equilibrio ante las pretensiones de Vladimir Putin y la voracidad de Donald Trump. Europa debe recuperar su unidad, de otra manera esa cuna de la cultura occidental regresará al egoísmo de los nacionalismos equívocos, de la fingida soberanía en un mundo en que la comunicación instantánea y el tiempo real modificaron el tablero, pero no las piezas del ajedrez.
La ubicación de Ucrania y la de México en el mapa del poder, tienen equivalencias geopolíticas. El Oso ruso la puede devorar, mientras que a esta nación el Tío Sam puede darle la espalda y gasearla con las flatulencias que procedan de decisiones sin regreso y en las que dejan de lado a los mexicanos.
Es estúpida la pretensión de cambiar el nombre al Golfo de México, pero es un indicador de lo que se busca y se desea. Nos negamos a considerar el futuro de nuestra patria determinado desde la Casa Blanca, aunque no sea desde el Salón Oval que se toman esas decisiones, sino desde los santuarios del poder económico, como la FED, las instituciones bancarias y financieras y los nidos de sicarios dispuestos estratégicamente para infundir miedo y desconfianza.
Si más pronto que tarde Ucrania no adquiere su ingreso a la Comunidad Económica Europea y a la OTAN, el reordenamiento geopolítico que ya está en marcha será más profundo y doloroso para Occidente, y la merma de su presencia y prestigio debilitará a Europa en su totalidad. Winston Churchill lo hubiera entendido de inmediato.
Desentenderse del destino de Ucrania como nación y alfil indispensable en el nuevo equilibrio geopolítico que se diseña, equivale a dejar a Europa débil ante las pretensiones de Vladimir Putin y Donald Trump. Lo demás será pagar las consecuencias.
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@OrtegaGregorio