* Así lograron vencer al equivalente secular y constitucional de ese depositum fidei sin anular la no reelección presidencial -Obregón bastó-, fue suficiente con el modelo de la dictadura perfecta. Un presidencialismo imperial renovable cada seis años y con rotación de nombres y familias en los cargos públicos. Aquí reside esa ambivalencia del PRI: creador de instituciones y sepulturero de la norma constitucional, aunque nada como el pañuelo blanco y el Detente; la 4T decidió enterrar los fundamentos legales para reinventar su propia legalidad, su muy personal constitucionalidad, su proyecto familiar, su patrimonio exclusivo
Gregorio Ortega Molina
Así como mal vemos el que los pueblos originarios se aferren a sus usos y costumbres, sobre todo a aquellos que permiten los abusos de toda índole, debemos estar atentos a lo que es necesario preservar o, de plano, desechar porque hace daño a la vida en comunidad, al equilibrio espiritual y a la salud de la República.
De la misma manera que el poder político de los prelados es cuestionado, debe revisarse lo que con tino calificaron de poderes metaconstitucionales del presidencialismo y lo que en realidad se convierte en dictadura. Es necesario recuperar nuestra Constitución, nuestro proyecto de nación, nuestro destino, no debemos permitir que el futuro de nuestros hijos quede en manos de los bárbaros, o las bárbaras.
Las lecciones históricas, que desoímos, claman en nuestro cotidiano vivir: ¿cuántas muerte violentas diarias se suceden en México, y cuántas en Ucrania o en Palestina? No podemos darnos la espalda a nosotros mismos, es la negación total.
Regresamos a Sergio Quinzio: “¿Quién -y en nombre de quién y de qué?- se ha atrevido y se atreve a dividir, eludir y rechazar el depositum fidei? ¿Quién presume, en nombre propio o de la cultura y de las modas de su tiempo, de manipular la verdad cristiana para hacerla concordar con su propia mentalidad y con sus mediocres preferencias personales? Sin embargo, no faltan voces que proclaman por doquier lo que alguien susurraba ya al principio…”.
Así lograron vencer al equivalente secular y constitucional de ese depositum fidei sin anular la no reelección presidencial -Obregón bastó-, fue suficiente con el modelo de la dictadura perfecta. Un presidencialismo imperial renovable cada seis años y con rotación de nombres y familias en los cargos públicos. Aquí reside esa ambivalencia del PRI: creador de instituciones y sepulturero de la norma constitucional, aunque nada como el pañuelo blanco y el Detente.
Pero prelados y políticos se tomaron de la mano porque decidieron ir más allá: “En la Iglesia (tal, como ocurre con la vida política y la Constitución), a medida que nos hemos alejado de los orígenes, nadie ha vuelto a hablar de este <<misterio de la iniquidad>>, cuyo recuerdo y significado se han perdido”, dejó escrito Sergio Quinzio.
La 4T decidió enterrar los fundamentos legales para reinventar su propia legalidad, su muy personal constitucionalidad, su proyecto familiar, su patrimonio exclusivo.
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@OrtegaGregorio