- Transitamos del supuesto Estado fallido, al ciertamente Estado infiltrado por la delincuencia organizada. ¿A qué niveles? Vaya usted a saber, lector
Gregorio Ortega Molina
En el afán de emular la habilidad de su jefe, el presidente constitucional de los mexicanos, Olga Sánchez Cordero se equivoca de nuevo. No se trata de demostrar que el Estado, sus instituciones, son más sólidas que los que conceptuaron, instrumentaron y se sirvieron del huachicol para enriquecerse y empobrecer más a Pemex.
La verdadera dimensión del problema es que ese ámbito delincuencial es parte de las instituciones del Estado, no de ahora, sino desde la época del boom petrolero durante el cual nos ofrecieron administrar la abundancia, y sólo nos aprendieron a sortear y gestionar las crisis. ¿Alguien recuerda la cantidad de barriles de petróleo que se vendieron en el mercado spot holandés, para beneficiar a la familia de Jolopo y otras autoridades del sector energético? Desde entonces se trafica con el crudo y las gasolinas, con la chatarra y el considerado desperdicio de la refinación. De la industria petrolera mexicana han nacido enormes fortunas personales. Pero se otorgó el perdón anticipado.
Las instituciones del Estado están infiltradas por los capitostes del huachicoleo, así como en grandes áreas de la república los barones de la droga sustituyeron a las autoridades legítimas y es inexistente el gobierno legal. La realidad es que la República está disminuida.
Lo que se requiere es una purga de funcionarios corruptos, tal cual si AMLO decidiera limpiar los establos de Augías, con la cabeza fría y la conciencia de que es el momento, ahora, de iniciar la transición, de echar los cimientos de la IV República y fortalecer la regeneración nacional, para que la IV Transformación lleve a los mexicanos al presidencialismo parlamentario, sin necesidad de regresar a la presidencia imperial, porque es el modelo político que toleró y hasta auspició tan enorme corrupción, pues como respondiera Miguel de la Madrid Hurtado a Carmen Aristegui en célebre entrevista: la impunidad es una de las correas de transmisión del poder ejercido por los presidentes de México.
No le demos vueltas, es Jano en la alternancia del poder. Un sexenio se combate al narco en guerra cruenta, y hoy parece no existir; después deciden, como en los gobiernos fascistas, cambiar de enemigo y declarar la guerra al huachicol, para que las armas no sean replegadas y la inseguridad nos mantenga con el alma en vilo.
Transitamos del supuesto Estado fallido, al ciertamente Estado infiltrado por la delincuencia organizada. ¿A qué niveles? Vaya usted a saber, lector.
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@OrtegaGregorio