* El Instituto Lingüístico de Verano llegó a hacer la tarea que los evangelizadores hispanos dejaron tirada hace muchos lustros. Los “maestros y pastores” provenientes de Estados Unidos multiplicaron las opciones y demolieron la coartada del sincretismo apalancado entre los políticos y los prelados. El desafío está abierto, necesitamos el rostro que confirme nuestra identidad nacional y nos identifique con esa Patria tan suave, que con ella Ramón López Velarde sedujo a Emilio Uranga
Para Regina, Federico, Nicolás y José Miguel
Gregorio Ortega Molina
¿Seremos capaces de dotarnos de un rostro que no sea el del “Charrito Pemex”? ¿Estaríamos dispuestos a asumirnos como lo propone el Himno Nacional? ¿Equipararnos con los mitos del águila y la serpiente, o el Pípila, o quizá la polimorfa vaguedad de los rostros de los niños héroes, o vestir la levita del señor Juárez, o las botas de Emiliano Zapata, o la ironía de las quince uñas de Álvaro Obregón?
¿A quién sirve que nos mantengamos cobijados por la tilma de san Juan Diego, y rechacemos tomar en nuestras manos la formación o deformación de esa identidad que nos exige la Patria? Imposible anclarnos en el pasado y confiar en que el sincretismo nos sirva de tapadera. México es lo que somos, por negarnos a asumir esa identidad que nos reclama.
Son los filósofos de hoy como Guillermo Hurtado y Cuéllar Moreno los que han de levantar el desafío y dar continuidad al estudio que del ser del mexicano hiciera Emilio Uranga. Necesitamos encontrar respuestas, no necesariamente para reconciliarnos con nuestro pasado, sí para hacer a un lado las consecuencias de posponer nuestro futuro. ¿Miedo? ¿Inseguridad? A saber.
Buscar una o varias opciones, me lleva a la respuesta que me diera Mario Vargas Llosa a una entrevista que le hice en mayo de 1993. La pregunta resultaba ineludible, se la robé a Zavalita: “¿Cuándo se jodió el Perú?
“Y por qué se sigue jodiendo -respondió el escritor-, sería la pregunta, ¿no? Es un largo proceso evidentemente; o hay respuesta que diga tal día, a tal hora, por tal cosa. Es un proceso en el que muchas cosas compartió con otras sociedades latinoamericanas. Los errores, las equivocaciones, las políticas que conducían al desastre.
“La prehistoria también tiene su propia peculiaridad. Es una sociedad mucho menos integrada que otras. Estaba pensando, por ejemplo, en el caso México, que es un país con el que Perú se parece tanto, por la cosa histórica, las civilizaciones prehispánicas; pero, ¿por qué México, que es un país con el que Perú se parece tanto?, por la cosa histórica, las civilizaciones prehispánicas, porque seguramente gracias a la Revolución Mexicana, ha habido un mestizaje muchísimo mayor, es una sociedad donde el mestizaje ha sido muy intenso, entonces eso va a permitir una reconciliación de los mexicanos con su pasado, con sus distintas tradiciones, algo que en México no constituye un problema, mientras en el Perú es un problema central de la vida de los peruanos”.
Resulta que el padre de Zavalita erró. El Instituto Lingüístico de Verano llegó a hacer la tarea que los evangelizadores hispanos dejaron tirada hace muchos lustros. Los “maestros y pastores” provenientes de Estados Unidos multiplicaron las opciones y demolieron la coartada del sincretismo apalancado entre los políticos y los prelados, y a uno o a muchos les temblaron las corvas con el resultado del rostro ofertado por Jorge González Camarena, el único y verdadero rostro de la Patria para consolidar ese mestizaje que tanto encomio mereció de Vargas Llosa.
El desafío está abierto, necesitamos el rostro que confirme nuestra identidad nacional y nos identifique con esa Patria tan suave, que con ella Ramón López Velarde sedujo a Emilio Uranga.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio