* Sin justicia no puede darse el perdón, sobre todo porque el origen de la crisis mexicana tiene una sola vertiente de dos cabezas: corrupción e impunidad. La violencia sin límites obedece a la infiltración de los sistemas de procuración y administración de justicia, no le den vueltas
Gregorio Ortega Molina
Para Roberto Ricardez Zamacona
En los foros para promover la amnistía y la reconciliación nacional el señor Presidente Electo se inclinó por la misericordia, con el pretexto de que es necesario acordarse de los agravios pero perdonarlos para reconstruir el tejido social, la patria, la nación. El país entero en un abrazo fraterno. No hay peor utopía.
En el ámbito religioso perdón y olvido van de la mano. El rencor anida en la memoria y ésta impide la misericordia. Los agravios padecidos por millones de mexicanos son mayores, olvidarlos para ser generosos y perdonar es imposible.
En un Estado de derecho el perdón camina de la mano de la aplicación de la ley. Concederlo sólo puede hacerse después de haber administrado justicia y purgado las sanciones; indultar dista mucho de perdonar, porque las violaciones a la ley permanecen en el expediente. Se les permite ser libres y vivir a pesar de haber hecho lo que hicieron, haberse robado lo que se robaron.
Dejemos la constancia de los especialistas. Xavier Léon-Dufour en su Diccionario del Nuevo Testamento, tiene entradas a perdón y justicia. Transcribo para que nos quede claro.
Perdonar: restablecer la relación entre dos personas, rota por causa de una ofensa;
1.- Dios es antes que nada un Dios de perdón; su corazón no es como el del hombre; Él busca la conversión del pecador. En cuanto perdona, el pecado es borrado, destruido, puesto detrás, ya no existe, aunque el hombre continúe recordando que es un pecador. Es lo que Dios hizo en Jesucristo.
2.- Jesús no se limitó a anunciar el perdón del Padre misericordioso. Perdona los pecados en su ministerio terrenal. Enviado por Dios para expiar los pecados, da su vida y derrama su sangre. Así opera la reconciliación entre Dios y los hombres. Una vez resucitado confía a sus discípulos la misión de anunciar el perdón y el poder de perdonar en su nombre.
3.- Para ser hijo del Padre Celestial, el creyente debe imitar a Dios y perdonar constantemente.
En términos jurídicos las mismas palabras adquieren un significado distinto. El Diccionario Jurídico Espasa indica para perdón:
Perdón del ofendido.- Es una causa extintiva de la responsabilidad penal… limitada a aquellos delitos solamente perseguibles mediante denuncia o querella del agraviado; es decir, calumnia, injuria y abandono de familia. La eficacia del perdón varía según los delitos: en la calumnia e injuria no está condicionado, por lo que la eficacia es plena… En los delitos contra la libertad sexual el perdón no extingue la responsabilidad penal.
Justicia constitucional.- Sistema de control judicial de las leyes propio del Estado de Derecho, que tiene su fundamento en la concepción de la Constitución como norma jurídica fundamental, mediante el cual se verifica el respeto de las leyes a la Constitución.
Insisto, sin justicia no puede darse el perdón, sobre todo porque el origen de la crisis mexicana tiene una sola vertiente de dos cabezas: corrupción con impunidad. La violencia sin límites obedece a la infiltración de los sistemas de procuración y administración de justicia, no le den vueltas.
Sin sanción severa a la corrupción e impunidad de hoy, para administrar justicia y regresar al Estado de derecho, tan tarde como mañana el esquema se reproducirá, como sucede desde que la narcopolítica impulsó y participó en el corrimiento de los factores de poder.
En el diccionario que nos remite al alma en la tercera entrada que nos refiere al perdón (las dos primeras remiten a la justicia divina) leemos:
3.- La justicia del hombre consiste en ser <<exactamente>> lo que Dios quiere que él sea; es decir, participar de la Alianza gracias a una vida vivida conforme a la voluntad divina.
¿Se puede perdonar en el contexto que vivimos y con la voz con la que el Presidente Electo llama a otorgarlo, aunque no al olvido? El dilema es simple: no fuimos convocados a construir la Ciudad de Dios, sino una nación que nos permita disfrutar de todo lo ofertado en la historia política reciente de México. Primero hay que aplicar la ley, después veremos lo que conviene a la PATRIA.
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