* Pienso en la alteridad en política, en la búsqueda de un futuro: si ocurre entre personas del mismo sexo nos conduce a la individualización. Por el contrario, es la relación con la mujer, o con seres de distinto sexo, lo que nos transforma en personas, de allí que sea tentadora la oportunidad de tener una señora presidenta
Gregorio Ortega Molina
Las mujeres han contribuido a transformar al mundo, tanto desde el poder como en las artes, los centros de investigación y todas las áreas profesionales que podamos imaginar.
¡Vamos!, sólo recordemos El origen del mundo, del pintor Gustave Courbet. Allí, en ese epicentro, está el hálito que determina las actitudes, buenas y malas, de todos los seres humanos. Y digo todos.
Los grandes personajes de la tragedia griega, de la obra de Shakespeare, de la literatura moderna, son femeninos. Penélope, Helena, Yocasta, Eurídice, Ifigenia… o las hijas de Lear, o Desdémona… Las grandes constructoras de la política contemporánea (más acá del 1960) son señoras con los “desos” bien puestos: Golda Meier, Indira Gandhi, Ángela Merkel, Margaret Tatcher, Benazir Buttho…; también las latinoamericanas han contribuido, o Rosa Parks que abrió el espacio para la lucha de los “negros” por sus derechos civiles, sistemáticamente negados a ellos por la “basura blanca”, más las que en los años venideros ganen las elecciones o lleven con éxito el Brexit, como Theresa May.
Supongo que el muy previsible triunfo electoral de Hillary Clinton modificará el mapa político interno de las naciones latinoamericanas, especialmente el de México, porque, querámoslo o no, este país es pieza clave en el destino de Estados Unidos. Nunca como ahora lo que aquí suceda determinará que el libre mercado, la integración del bloque en América del Norte, la globalización y el tiempo de duración del ocaso del Imperio, sea corto o largo, quede determinado por su crueldad, o su paz agónica.
Las oportunidades reales de Margarita Zavala despuntarán con el triunfo electoral del Partido Demócrata, y sobre todo a partir de enero de 2017, cuando Hillary Clinton se transforme y se asuma como la primera líder de Occidente, lo que podría determinar, también, la manera en que el PRI y la supuesta izquierda mexicana elijan a sus candidatos.
Regreso a mis reiteradas lecturas de María Zambrano, donde me encuentro con que “Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona.
“En la expresión <<individuo>> se insinúa siempre una oposición a la sociedad, un antagonismo. La palabra individuo sugiere lo que hay de irreductible en el hombre concreto individual, mas en sentido un tanto negativo. En cambio, persona incluye al individuo y además insinúa en la mente algo de positivo, algo irreductible por positivo, por ser un <<más>>; no una diferencia, simplemente”.
Pienso en la alteridad en política y en la búsqueda de un futuro: si ocurre entre personas del mismo sexo nos conduce a la individualización. Por el contrario, es la relación con la mujer, o con seres de distinto sexo, lo que nos transforma en personas, de allí que sea tentadora la oportunidad de tener una señora presidenta.