* Ahí está la narración en El rey del cash, lo único que importa es no dejar rastro, porque cuando se actúa conforme a la ley, de ninguna manera pueden proceder como lo hacen, y es así que colocan la transitoriedad de su gobierno sobre la obligatoria y debida permanencia del Estado. El resultado es la conculcación de lo que fue un coherente y cohesionador proyecto de nación. Hoy nada tenemos enfrente que convoque a la patria, mucho menos el humanismo mexicano
Gregorio Ortega Molina
El problema mayúsculo con Andrés Manuel López Obrador es la certeza que él tiene de que todo lo sabe y, además, es poseedor de la verdad. Así procede para ocultar sus confusiones en la actividad política y una profunda ignorancia sobre ciertos temas o, como dice un amigo, el presidente habla con faltas de ortografía.
Cuatro años debieran bastarnos para saber que ni idea tiene de lo que es el Estado; tan es así que confunde su gobierno con la República. Por ello se siente llamado a destruir -sin contención legal alguna ni mandato constitucional que valga- todas las instituciones que no están en su esquema de la realidad, en su humanismo mexicano.
Es cierto, sabe lo que quiere, pero desconoce lo que no puede y se conduce con la certidumbre de que nada ni nadie pueden detener su ascenso a la gloria de la cúspide en que colocan a los transformadores del mundo. Los grandes estadistas palidecen ante su acción y su verbo. Nadie puede equipararse a él por lo realizado durante su gobierno, sin necesidad de servirse de las instituciones del Estado, que para él son un estorbo.
Y sí, no vayamos a salirle conque la ley es la ley, pues por eso mismo las instituciones han de irse al diablo, como se fueron para darle, al margen de la normativa legal, la residencia para que pudiera registrarse como candidato al gobierno del Distrito Federal; o como cuando entró por la puerta de atrás al despacho de Manuel Camacho, a recibir la “pachocha” para el financiamiento de sus plantones y hostigar así a la sociedad, inquietarla, moverla, desesperarla, prepararla para el estallido electoral de 2018.
Ahí está la narración en El rey del cash, lo único que importa es no dejar rastro, porque cuando se actúa conforme a la ley, de ninguna manera pueden proceder como lo hacen, y es así que colocan la transitoriedad de su gobierno sobre la obligatoria y debida permanencia del Estado. El resultado es la conculcación de lo que fue un coherente y cohesionador proyecto de nación. Hoy nada tenemos enfrente que convoque a la patria, mucho menos al humanismo mexicano.
Es cierto, Andrés Manuel López Obrador ocupará su lugar en la historia, pero como lo peor que le ha ocurrido a México.
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