* Sin agua deja de haber alimentos, pero también tengo la certeza de que el comportamiento se modifica. Posiblemente se pierda la cordura, para evitar la muerte por sed
Gregorio Ortega Molina
Desde hace muchos años cargo con la sensación de que los humanos somos, por naturaleza, suicidas. Infligimos daño a la fuente de nuestro bienestar, y parece complacernos dañarnos a nosotros mismos.
Sabemos que sin agua pereceremos. El tema es de origen y también es bíblico: “Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin, por sus jornadas, al mandamiento de Jehová, y asentaron el campo en Rephidim: y no había agua para que el pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis á Jehová? Así que el pueblo tuvo allí sed de agua, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, y a nuestros hijos y a nuestros ganados?”
Además de para la higiene, el agua es básica para la cocina y el cultivo. Las industrias consumen enormes cantidades del líquido y, para los creyentes, la mezcla de agua y vino es elemento para la transubstanciación. Sin ella no hay sacramento de la Comunión.
El desperdicio de agua del que los humanos somos responsables únicos, debe detenerse. La red hidráulica de la Ciudad de México está rota y es deficiente; nuestra manera de contribuir al cambio climático, destruye esas reservas que fueron los glaciares que ya no existen. La contaminación de ríos, lagos, mares y todo afluente, ya sea por aguas negras o porque las industrias, como la minera, vierten sus desechos altamente contaminantes. Producen cáncer y otras enfermedades, matan.
Al contaminarla destruimos la naturaleza, disminuimos las posibilidades de la vida animal, la nuestra. Sobre los efectos físicos, desconozco si se han realizado estudios sobre cómo puede, o no, afectarse el comportamiento, el carácter, la manera de ser de mujeres, hombres, menores… Conocemos de los cambios súbito y fuertes en el comportamiento de las sociedades que sufren hambre, ¿y las que mueren de sed?
En lo personal nunca he experimentado los estragos de la sed. Desconozco lo que es tener la garganta seca, los ojos sin lágrimas y estar consciente de los efectos de una deshidratación severa. Ni siquiera soy capaz de imaginar qué estaría dispuesto a hacer para no morir de sed y evitar que mis seres queridos la padecieran.
Detengámonos a pensar en el comportamiento de ganaderos, campesinos, granjeros, avicultores, pastores, productores de vino… cuando inermes ven que sus esfuerzos se reducen a la “muerte” de sus aspiraciones, con animales deshidratados, cadáveres; plantas consumidas por el sol y el viento y la sequía. Y luego los estantes de las tiendas de alimentos vacíos, los mercados igual, ya no digamos la central de abastos. Sin agua deja de haber alimentos, pero también tengo la certeza de que el comportamiento se modifica. Posiblemente se pierda la cordura, para evitar la muerte por sed.
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Es necesario prepararse para lo peor. Ahí van las notas sobre el tema: “Será complicado convencer a los productores que no se “desboquen” sembrando maíz el próximo ciclo, motivados por los altos precios que están cerrando este 2021, pero se tiene que pensar en esta posibilidad ya que no habrá agua para una siembra normal, advirtió el presidente de la Aurpaes.
“Debido a que las condiciones climáticas son cada vez más extremas y los precios (de los alimentos) cada vez están más controlados por factores internacionales, los consejos agroalimentarios del país trabajan de manera conjunta en diversos proyectos que ayuden al sector a enfrentar la sequía, a generar valor agregado a los productos del campo y a crear rutas logísticas para exportar la producción agrícola y pecuaria del país. El presidente de la Asociación Nacional de Consejos Agroalimentarios de México (CAM), Jacobo Cabrera Palos, lo dijo a El Economista…
“Roberto Delgado Gallegos, especialista en el sector agropecuario, subraya que algunos analistas pronostican que los años venideros podrían ser cada vez más secos, y comparan el actual fenómeno con las sequías extremas que se registraron en los siglos IX y XVI, mismas que se prolongaron por varios años y fueron devastadoras. Durante 2020, remarcó el entrevistado, las lluvias no fueron suficientes para abastecer a las principales presas, y ahora, en consecuencia, de las 210 presas más importantes de México, más de la mitad están por debajo del nivel”.
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