* La locura por negarse a uno mismo al desconocer los sucesos históricos en los que participaron nuestros padres, se transforma en actitud política, en idéntica medida en la que la globalización se convierte en una única opción para participar del éxito comercial, del desarrollo industrial, científico y tecnológico, y en modelo de vida para los próximos mil años
Gregorio Ortega Molina
¿Puede suprimirse, por ley, el pasado? ¿Es legítimo que una nueva generación de ciudadanos polacos reniegue de las complicidades y actos de sus padres, y decida que lo ocurrido ayer dejó de existir? ¿No será que al desaparecer las faltas, los pecados, los crímenes, se distorsiona el futuro en su totalidad? ¿De qué está formado el carácter nacional?
Los <<negacionistas>>, cuyo número crece o disminuye conforme se fortalecen o debilitan las ideologías de extrema derecha, sostienen que el Holocausto es una impostura mediática, una conspiración en contra de la imagen de los nazis.
Pero la locura por negarse a uno mismo al desconocer los sucesos históricos en los que participaron nuestros padres, se transforma en actitud política, en idéntica medida en la que la globalización se convierte en una única opción para participar del éxito comercial, del desarrollo industrial, científico y tecnológico, y en modelo de vida para los próximos mil años, tal como aspiraba a consolidarlo el artífice mediático del Tercer Reich.
Me entero por nota informativa de El País, que el jueves 1° de febrero el Senado de Polonia aprobó una ley que sanciona con cárcel de hasta tres años, a todo aquel que se atreva a referirse a los “campos de concentración polacos”, cuando escriban, hablen, hagan cine o pinten los centros de exterminio de judíos construidos en territorio polaco durante la ocupación nazi; también tipifica la acusación a esa nación de complicidad con los crímenes perpetrados por la cúpula nazi, sí, pero cometidos con la <<colaboración>> de los ciudadanos de las naciones ocupadas, e incluso con la ayuda de judíos, como lo fue el caso de los sonderkonandos.
Falta la ratificación del jefe del Estado, pero eso no importa, la intención está ahí. El gobierno de Tel Aviv afirma que “ninguna ley puede cambiar el hecho de que tres de los seis millones de judíos aniquilados por los nazis en la <<solución final>>, fueron asesinados en los campos de Auschwitz, Treblinka o Sobibor.
“Para mayor vergüenza de los polacos, resulta que Andrej Duda, su presidente, se envolvió en la bandera del derecho a defender <<la verdad histórica>> y, dice la nota del diario español, se mostró sorprendido por la reacción desfavorable que ha provocado en algunos países como Israel”.
Puntualizan en El País: “La ley está especialmente enfocada a periodistas, ya que artistas y académicos no podrán ser perseguidos, y afecta a todas las personas, <<independientemente de las leyes vigentes en el lugar donde se cometa el acto>>, según el texto, es decir, aunque residan en el extranjero. En el país centroeuropeo son habituales las denuncias del Gobierno polaco cuando medios extranjeros usan la expresión “campos de concentración polacos” para referirse a Auschwitz”.
Es la globalización del deseo de desconocer su propio pasado.
www.facebok.com/ortegamolina.gregorio y www.gregorioortega.blog