* La respuesta a la pregunta de Víctor Flores Olea la padecemos hoy los mexicanos. Suponer que el reparto de los recursos fiscales a través de los programas sociales será un detonador de desarrollo industrial y comercial, es algo peor a una ingenuidad. Sobre lo descrito, Andrés Manuel López Obrador monta otro ingrediente al escenario que abre la puerta a la dictadura: la confrontación entre mexicanos, atizada cotidianamente
Gregorio Ortega Molina
Pareciera un atrevimiento infantil que muestra ignorancia la actitud del presidente Andrés Manuel López Obrador. Evoca el pleito de niños pequeños en la rabieta total, porque se arrebatan los juguetes. El titular del Ejecutivo los considera de su absoluta propiedad.
Inexplicable su empeño en modificar al Poder Judicial y convertirlo en su Frankenstein, sin detenerse a considerar que el único de los tres poderes que no se ha reformado es el Ejecutivo, y que la piedra angular de toda de la impunidad y la corrupción anida en esa institución presidencial que, por el momento, administra a su real saber y entender. Está, en el responsable sexenal de su funcionamiento administrativo y político, abusar o no del poder que emana de la silla del águila, y, hay que decirlo, López Obrador se empachó con tanto abuso hasta hacer realidad la advertencia: sí, resultó un peligro para México.
Y actuará como el marido o novio o amante ofendido: mía o de nadie. Así, destruirá todas las instituciones que dan sustento a la República y son el andamiaje del proyecto de nación.
En 1969, para ese opúsculo El dilema del desarrollo: democracia o autoritarismo, Víctor Flores Olea escribió: “… el problema del desarrollo es mucho más complejo, y no se reduce a los índices de producción. Además, el propio desarrollo crea una serie de exigencias: culturales, políticas e individuales, cuya satisfacción no puede ser aplazada, so pena de graves tensiones que afectan al mismo crecimiento económico y, lo que es más grave, a las libertades sociales y personales.
“El crecimiento de las últimas décadas (recuerdo, estamos en 1969) y el proceso de industrialización y urbanización, al diversificar los estratos sociales y las oportunidades potenciales, ha originado demandas nuevas de todo tipo que deben ser atendidas. Entre éstas, las de carácter político son fundamentales.
“Se ha dicho que la contradicción entre el desarrollo político y el desarrollo económico es una de las más agudas. ¿De qué se trata?”
La respuesta a la pregunta de Víctor Flores Olea la padecemos hoy los mexicanos. Suponer que el reparto de los recursos fiscales a través de los programas sociales será un detonador de desarrollo industrial y comercial, es algo peor a una ingenuidad. Sobre lo descrito, Andrés Manuel López Obrador monta otro ingrediente al escenario que abre la puerta a la dictadura: la confrontación entre mexicanos, atizada cotidianamente.
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