* El asunto es grave, tanto que las buenas conciencias decidieron llamar a los padrotes, tratantes; a las prostituidas y a los prostituidos, víctimas de trata; a los entregados a los pederastas, niñas y niños abusados. El lenguaje ha de reflejar la realidad, y así no lo hace
Gregorio Ortega Molina
¿Dónde las lesiones de las víctimas de trata? Son profundas, en el alma, en la razón. El mundo se les distorsiona tanto como la esencia de lo que fue su ser. Quizá desaparece.
El Instituto para las Mujeres en Migración solicita fondos para facilitar el regreso de las víctimas de trata a sus hogares. Para evitar mayores argumentos, acompañan su petición con la historia siguiente:
Cuando Mónica tenía 20 años, le quitaron a su bebé y la sometieron a trata de personas, trasladándola desde México hasta Nueva York donde la forzaron a prostituirse. Logró escapar luego de 4 años, y decidió participar, armada de valor, en un proceso penal en contra del tratante. Una vez que Mónica recibió una visa (T) de víctima de trata de personas, quiso intentar llevarse a su hija Daniela a Nueva York, pero Daniela se encontraba en manos de la familia del tratante en México. ¿Cómo podía Mónica encontrar a su hija, reclamar la custodia legal en México y llevarla consigo a Nueva York?
IMUMI proporciona representación legal para resolver casos como los de Mónica: familias que han sido separadas por la trata de personas. Hemos logrado la reunificación de madres, víctimas de trata, con sus hijos e hijas a los que tuvieron que dejar cuando fueron llevadas desde México hasta los Estados Unidos para ser tratadas. Nuestro trabajo involucra la localización de personas, la representación de casos penales y familiares complejos para recuperar la custodia, la coordinación con autoridades gubernamentales, abogados representantes de las víctimas en Estados Unidos y las madres que soportan el estrés emocional de largos procesos legales.
El mensaje anterior cojea por todos lados. En primer lugar, esa supuesta pulcritud del idioma para referirse a la prostitución, al lenocinio, al padrote o la madrota, al secuestrador, a los cómplices confundirlos con la familia. En lo que hacen con las víctimas no hay higiene. Todo es suciedad.
Además, únicamente hablan de las mujeres. ¿Y las niñas, los niños, los hombres? Cuando convierten en mercancía sexual a mujeres y hombres no hay diferencia, ¿cómo establecerla? Los destinan lo mismo a acrobacias lésbicas que homosexuales, a servir a mujeres que a hombres.
El comercio carnal se convierte en escabroso cuando la pederastia es el objeto de la satisfacción de esas pulsiones sexuales irreprimibles.
Las víctimas que se liberan, ¿pueden regresar a casa? ¿Cómo les queda el alma? ¿Y las lesiones de la razón? ¿Y las cicatrices dejadas en las víctimas por los lenones, los clientes sádicos, o por mano propia a causa de la desesperación?
El asunto es grave, tanto que las buenas conciencias decidieron llamar a los padrotes, tratantes; a las prostituidas y a los prostituidos, víctimas de trata; a los entregados a los pederastas, niñas y niños abusados. El lenguaje ha de reflejar la realidad, y así no lo hace.
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