* Hoy, aquí, convirtieron al Estado y sus instituciones en indignos instrumentos de gobierno, porque destruyen la dignidad del hombre, la posibilidad de compartir el espacio social, el proyecto de Nación, que ya no existe
Gregorio Ortega Molina
Establecer consenso del significado individual, colectivo y nacional sobre el concepto de democracia será harto difícil, si no imposible. Todos, sin excepción, en París o en Ciudad de México, en El Cairo o Moscú, desean que las leyes e instituciones se adapten a ellos, y no a la inversa.
En los diversos proyectos de vida que proponen los gobernantes, los teóricos del cumplimiento del deber y otras diversas disciplinas, lo que determina el comportamiento es el hedonismo. Si no es para nuestro “bienestar” es inútil que se les oferte un novedoso o inteligente plan de gobierno creador de riqueza. Lo que se busca es el lugar en la historia. MI lugar en la historia.
Hoy nadie es capaz de compartir espacio, ya no digamos ceder un ápice de lo que es considerado como propio, personal, de propiedad individual e indivisa. Lo que fue conocido como empatía, o cristianismo primitivo, dejó de existir. Imposible ceder el manto a quien tiene frío.
Leo en los diversos medios electrónicos e impresos que las “expropiaciones” existen y persisten. Se adueñan de predios mediante engaños y complicidades y nadie defiende el derecho de los despojados, como tampoco nadie muestra interés por el destino de los desaparecidos y el dolor de esas familias cuyos seres queridos se perdieron en el polvo de la tierra. Bien lo advirtió el Señor: polvo eres y en polvo te convertirás.
Lo que vivimos y padecemos son síntomas de la época. Creo que los años cruciales en la formación moral e intelectual de Albert Camus fueron los de su clandestinidad durante la ocupación alemana de Francia, y los tres o cuatro primeros años de la posguerra. Descubrió el contenido del absurdo y la necesidad de reconstruirse (y en esas debiéramos estar ante la amenaza del #narcoEstado).
De octubre de 1944, publicado en Combat, rescatamos lo siguiente: “… introducir el lenguaje de la moral en el ejercicio de la política. Equivale a decir sí y no al mismo tiempo, y decirlo con la misma seriedad e idéntica objetividad.
“El periodismo no es la escuela de la perfección. Se necesitan cien números de un periódico para precisar una idea. Pero esta idea puede contribuir a precisar otras, a condición de que se les pueda analizar con la misma objetividad con la que se proponen.
“De lo que se trata es de servir a la dignidad del hombre por medios que continúan dignos en medio de una historia que ya no lo es. Es necesario exponer la paradoja de tamaña empresa”.
Hoy, aquí, convirtieron al Estado y sus instituciones en indignos instrumentos de gobierno, porque destruyen la dignidad del hombre, la posibilidad de compartir el espacio social, el proyecto de Nación, que ya no existe.
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