* AMLO determinó el futuro de su gobierno por negarse a hacer la reforma del Estado y soñar con ser un presidente imperial, no a causa de lo que él identificó como mala suerte
Gregorio Ortega Molina
Leer ayuda a descubrir el momento, lugar y situación en la que tomamos la decisión equivocada. Contrastar las opiniones que se tienen sobre una misma lectura, contribuye a aclarar las ideas y asumir las consecuencias de nuestros propios actos. Decidir por el “eco” de lo escuchado conduce, inevitablemente, a error. Entonces es que se culpa a la mala suerte, como lo hizo AMLO el fin se semana del 20-21 de septiembre.
En política, en la pugna por el poder y en la necesidad de conservarlo, la mala suerte no existe. El mal fario es otra cosa, llega con la ignorancia y la soberbia, con la certeza de sentirse o saberse infalible. Somos nosotros los que creamos las condiciones que nos permitan resolver un problema o hacerlo más grande.
James Earl Ray no se convirtió en asesino porque tuvo una infancia jodida y un padre abusivo. Tampoco porque sus maestros, a pesar de él sorprenderlos con su capacidad de aprender, lo menospreciaron e insultaron. Fue propietario de una memoria privilegiada y nació con un IQ un poco arriba de lo normal. Supo, desde siempre y tal como lo intuye y narra en Como la sombra que se va Antonio Muñoz Molina: “Por un gesto que dura menos de un segundo o por una sola letra se te tuerce para siempre la vida”. No es mala suerte, dejas de poner atención porque te has convertido en padrecito de la patria.
Es el propio AMLO quien estableció las condiciones y circunstancias en que determinó gobernar. Puso el marco de su hibris, no puede eludir el mal fario de sus decisiones, porque determinó servirse de sus “otros” datos y no de los que estableció una realidad que puede corregirse, pero de ninguna manera eludirse.
“El dinero puede terminársele antes de que concluya su gobierno”, porque olvidó que los programas sociales antes de aplicarse requieren generación de riqueza. Los recursos fiscales no son equiparables a la lámpara maravillosa. Y la circunstancia termina por imponer sus condiciones. Uno de los faroles “inquebrantables” de AMLO puede romperse en cualquier momento en cuanto la pandemia tome su segundo aire. Ya consideran que podrían endeudar más a los mexicanos. Debió hacerlo hace semanas.
Pero el verdadero dilema es otro: el destino de los dineros que reciba en préstamo a nombre del México bueno y sabio. ¿Lo “invertirá” electoralmente al destinarlo a los plásticos que únicamente sirven para alargar la agonía de un modelo político ineficaz, o los usará en proyectos que generen empleo y riqueza?
James Earl Ray asesinó a Martin Luther King porque era demasiado inteligente y esa “sabiduría” casi bíblica lo orientó al concepto equivocado del mundo, pues junto con el reverendo Luther en el cementerio, enterró por años la defensa de los derechos civiles.
AMLO determinó el futuro de su gobierno por negarse a hacer la reforma del Estado y soñar con ser un presidente imperial, no a causa de lo que él identificó como mala suerte.
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MORENA en su encrucijada. En estos días habrá de determinarse el futuro de ese movimiento político. ¿Sólo sirvió a los intereses de AMLO? Ante los pobres resultados de la 4T y la carencia de ideólogos y operadores políticos, MORENA puede quedarse como movimiento, y servir de instrumento para armar la candidatura de Marcelo Ebrard, o convertirse en un verdadero e innovador partido político, para que la Regeneración Nacional trascienda a través de la reforma del Estado y del cambio de modelo político. Pero creo que les da güeva pensar, primero, y actuar después.
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