* Pero hete aquí que el presidencialismo se convirtió en un sofisticado promotor y aval de la corrupción, precisamente por ser propietario de ese poder que garantiza la impunidad. Es eso lo que ha de cambiarse con la reforma del Estado. ¿Quién o quiénes le entran?
Gregorio Ortega Molina
El poder, el apoyo para conservarlo, ¿llega por él mismo, o se busca? La historia del Imperio Romano está llena de contradicciones: hay sedición y seducción, oportunidad, crímenes, traiciones, venganzas… lo mismo desfilan Julio César que Trajano, Claudio, Tiberio, Adriano, Nerón, Calígula. A ninguno le cayó del cielo.
El caso de Napoleón en nada se parece a lo narrado por Maurice Druon en Los reyes malditos. La historia de los Tudor es diferente a la de los Windsor, e Isabel I debió consolidarse en el poder de manera distinta a como lo hizo la recién fallecida Isabel II. Quizá María Estuardo es un anuncio de lo que debía suceder a Diana Spencer.
En este México nuestro también se cuecen habas. Están la historia y la novela. Los dos tomos que Carlos Tello Díaz dedica a su antecesor, son una exposición viva de las pugnas por el poder entre la Independencia y la Revolución, y nos expone al sol el verdadero rostro de Benito Juárez. La biografía novelada de José Vasconcelos exhibe, sin reticencias, lo que ha de padecerse para suponer que ya se está preparado para acceder a la silla del águila.
La novela de la Revolución mexicana es un muestrario, apenas disfrazado, de lo que los políticos y generales están dispuestos a hacer con tal de satisfacer ese sueño de convertirse en presidente de la República. Los testimonios literarios de Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela, Elena Garro, exhiben el carácter de los mexicanos cuando de hacerse con el poder se trata, y sobre todo de conservarlo.
El ensayo político advierte con claridad sobre lo bravo que es el mar cuando se nada en las olas levantadas durante las pugnas desatadas por las facciones, los grupos, los partidos. Daniel Cosío Villegas, Enrique Krauze, Octavio Paz y, recientemente, la incursión de José Manuel Cuellar Moreno, con La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI. En ese texto leemos lo siguiente: “El sistema político mexicano, cada vez más oscuro en sus prácticas, no terminaba de constituirse como una democracia occidental ni como una dictadura: el punto medio -entrevisto por algunos ya desde entonces- era el presidencialismo: una renovación de la vieja jerarquía vertical -hecha toda de gestos paternales y compadrazgos- del Porfirismo, pero con fecha de caducidad -una monarquía de seis años”.
Pero hete aquí que el presidencialismo se convirtió en un sofisticado promotor y aval de la corrupción, precisamente por ser propietario de ese poder que garantiza la impunidad. Es eso lo que ha de cambiarse con la reforma del Estado. ¿Quién o quiénes le entran?
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