* Conocí a Jorge Larrea durante la gira política de Luis Echeverría Álvarez. Era un hombre discreto, educado, deseoso de mostrar que sabía del cuidado de las formas. Germán muestran lo que es con su físico, su actitud, su desprecio a los que ni siquiera sueñan en vivir como él. Ahora me doy cuenta, es cierto: Dios los hace y ellos se juntan. Germán Larrea y Andrés Manuel López Obrador son idénticos, tienen las mismas intenciones: usar a México de letrina personal
Gregorio Ortega Molina
El cristianismo determinó el comportamiento moral, ético y afectivo de Occidente durante 20 siglos, pero hay anuncios claros de que esto empezó a modificarse hace decenios, como se muestra en las manifestaciones culturales, políticas y sociales.
No sé de nadie que hoy esté dispuesto a despojarse de su abrigo para darlo al indigente, o de su último bocado para compartir con el hambriento. El modelo de desarrollo y la exigencia de conocimientos modifican comportamientos y conductas. La publicidad, la imagen, el tiempo real, la IA, abrieron las puertas a la concupiscencia y la codicia. Nada de abrazar al enemigo y ni siquiera voltear a ver la mujer del prójimo. Es el mundo de todos contra todos en los ámbitos económico y social.
Imposible explicarse la conducta de Germán Larrea -y otros plutócratas- en su trato con los mexicanos, incluidos los gobernantes, ya no digamos sus empleados, por ello nada podemos esperar de la manera en que pueda considerar el cuidado, la preservación del medio ambiente, porque es un depredador al que la naturaleza dejó de importarle, para él lo único de valor es su dinero, lo que puede obtener de las minas, extraer de la tierra.
La contaminación que produce, las enfermedades y contagios propiciados porque se sirve de las aguas del río Sonora, a nadie le importan, confió su corazón -pero no su dinero- a la 4T, pues lo que cuenta son las complicidades, y por ello mismo permitió que lo segregaran cuando deseó quedarse con la operación de Banamex en México. Unas por otras, reza el dicho, aunque en este caso no fue ni para Dios ni para el Diablo, pues Andrés Manuel López Obrador -disfrazando su codicia- intentó conservarla para esta nación, cuando con lo que deseaba dormir el presidente del México bueno y sabio, era con el sentimiento de ser propietario del fondo cultural de esa institución bancaria.
Conocí a Jorge Larrea durante la gira política de Luis Echeverría Álvarez. Custodiado en todo momento por Antonio Llanes, El Junior, quien no permitía que ni el aire lo despeinara. Era un hombre discreto, educado, deseoso de mostrar que sabía del cuidado de las formas. Germán muestra lo que es con su físico, su actitud, su desprecio a los que ni siquiera sueñan en vivir como él.
Ahora me doy cuenta, es cierto: Dios los hace y ellos se juntan. Germán Larrea y Andrés Manuel López Obrador son idénticos, tienen las mismas intenciones: usar a México de letrina personal.
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