* La edad actual de Cuauhtémoc Cárdenas es importante. Lo coloca más allá de toda tentación personal, le confiere la experiencia necesaria para no creerse mesías, y el conocimiento suficiente de los hombres para reunir un gabinete de “salvación nacional”
Gregorio Ortega Molina
Hay inquietud en la sociedad, parece desperezarse de su anomia, pero carece de voluntad para organizarse, de humildad para aprender a descender y ceder el espacio político ante quien posea la experiencia y el prestigio para aglutinar la voluntad de los líderes dispersos, primero, la electoral después.
El llamado -no es clamor, tampoco grito, sino un tímido susurro- de Denise Dresser y Emilio Álvarez Icaza tiene un único mérito: exhibe el descontento social con los partidos, pero también muestra el flanco débil, porque parece que son incapaces de reunir suficientes seguidores para incidir en los resultados, aunque tengan voluntad de organizarse.
Álvarez Icaza debiera saber que “el misterio de los 43” es insuficiente para abanderar una causa electoral. Apenas da para impugnar la política gubernamental de inseguridad, pero debe adquirir la certeza que una Presidencia de la República no puede construirse sobre cadáveres, sólo buscan ese camino las dictaduras.
El único con valores electorales -que no políticos ni ideológicos ni éticos ni morales- sólidos es AMLO, pero está mal acompañado, como lo analizaremos mañana al revisar la postura de Alfonso Romo sobre la corrupción y la manera de sancionarla: equivale a avalar la impunidad.
Me dicen diversos analistas políticos que Ricardo Anaya ha demostrado la habilidad suficiente para negociar, pero aceptar ese hecho sin más, significa asumir que la agonía del presidencialismo y del sistema político mexicano puede alargarse e impedir la reforma del Estado y la verdadera transición, porque están tan necesitados de impunidad que son capaces de negar el futuro de México para salvarse ellos mismos, junto con sus familias.
Habría que “regresar al futuro”. Con audacia rescatar la gesta política y el resultado real de 1988, ahora incomprobable porque para evitar una revisión del pasado, alguien decidió quemar los paquetes electorales.
La edad actual de Cuauhtémoc Cárdenas es importante. Lo coloca más allá de toda tentación personal, le confiere la experiencia necesaria para no creerse mesías, y el conocimiento suficiente de los hombres para reunir un gabinete de “salvación nacional”; rescate que ha de pasar por una reconciliación a toda prueba, con sanciones severas a los corruptos y a sus corruptores, aunque a Alfonso Romo no le parezcan.
El electorado debiera tomar la determinación de regresarle el triunfo que le arrebataron en 1988, para hacerlo responsable de la reforma del Estado con el propósito de que, al menos, ponga orden y conduzca la instrumentación de las normas adecuadas para acabar con la corrupción, pues si ésta y la impunidad permanecen como garantes de sobrevivencia del sistema, estamos algo más que jodidos para el futuro inmediato.
Pero esa ruta está cerrada, porque Carlos Salinas de Gortari no lo aceptaría ni muerto, y AMLO haría de todo para destruir a alguien superior a él. La candidatura ciudadana de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano es una utopía.
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