* No es un tema nuevo. La voracidad de los poderosos sobre los recursos que son de las sociedades que dicen gobernar, ha sido castigada de diferentes maneras, pero siempre sobrevive y señorea, porque tergiversa la manera de ser. Estamos en aptitud de evaluar los verdaderos niveles de corrupción de la 4T, donde el humanismo mexicano se reduce a lo siguiente: quítate tú, para que me ponga yo
Gregorio Ortega Molina
Los seres humanos son fieles a sus deseos, debilidades y sueños, pero sobre todo a sus perversiones. Poder, sexo y antropofagia son el trípode sobre el cual se monta el altar del quehacer político. Lo demás son patrañas.
La revisión del pasado precolombino -y las investigaciones de Juan Miguel Zunzunegui- abre los ojos de los descreídos, además de ofrecernos elementos de comprensión para entender el comportamiento de los que dicen administrar el poder en beneficio de todos, cuando en realidad lo hacen para ellos y su grupo. La manera en que en esta nación se hace política, refleja la concupiscencia por la carne humana.
No puede entenderse de otra manera el que hayan convertido el sector salud en la piedra de sacrificios del humanismo mexicano, de la cuarta transformación, pues la única manera de sobrevivir y permanecer en la cúspide, es alimentarse del prestigio, la honra, la prestancia, el éxito -escaso o abundante- de esa oposición que olvidó su mandato constitucional para transformarse en la dictadura perfecta.
Por lo pronto, el presupuesto para que los mexicanos puedan acceder a la vacunación que necesitan sus hijos, a la vigilancia de doctores mexicanos y no extranjeros, a los medicamentos y hospitalización cuando sea necesaria, quedó en disolvencia únicamente para el ISSSTE y el IMSS bienestar, pero pronto constataremos, otra vez, que hacen falta las clínicas y hospitales que tuvo a su cargo la secretaría de Salud, y que no han podido sustituir los servicios que daba el Seguro Popular.
Retrocedemos, al menos, a la época en que Samuel Ruiz afirmó, no sin razón, que en este país se muere de enfermedades curables, pero los recursos fiscales y de otro origen, se usan para adquirir voluntades políticas y comprar impunidad, pues de otra manera terminarían con sus huesos en la cárcel, cuando menos los conspicuos atracadores de los recursos necesarios para dar aliento a la idea de patria.
No es un tema nuevo. La voracidad de los poderosos sobre los recursos que son de las sociedades que dicen gobernar, ha sido castigada de diferentes maneras, pero siempre sobrevive y señorea, porque tergiversa la manera de ser.
Simone Weil lo entendió bien. “Richelieu, con una claridad intelectual frecuente en su época, definió luminosamente la diferencia entre moral y política, problema en torno al cual se ha sembrado tanta confusión después. Más o menos vino a decir: debemos guardarnos de aplicar las mismas reglas para la salud del Estado y la del alma; pues la de ésta se obra en el otro mundo, mientras que la del Estado tiene lugar exclusivamente en éste”.
Estamos en aptitud de evaluar los verdaderos niveles de corrupción de la 4T, donde el humanismo mexicano se reduce a lo siguiente: quítate tú, para que me ponga yo.
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