* Andrés Manuel deberá confrontar dos semáforos rojos que determinarán su imagen histórica, su futuro, su fuerza: la consulta popular sobre la revocación de mandato, y la elección presidencial, con o sin extensión de periodo de gobierno, su sueño, su aspiración
Gregorio Ortega Molina
Imposible perder la sensación de que el semáforo rojo y sus previsibles consecuencias -de no acatarse las normas de higiene y espacio social- equivalen al aviso del oncólogo sobre el lugar donde se encuentra el tumor maligno, el tratamiento a seguir y el desenlace: sin importar lo que hagas te carga el pintor.
En reiteradas ocasiones el titular del Ejecutivo se ha referido a esa parte de sus gobernados que son su sostén electoral y de poder, como a sus mascotas. Precisamente por ello es necesario enseñarles que la libertad y la vida tienen un precio, que empieza donde inician los espacios sociales del vecinos y del resto de los 120 millones de compatriotas.
Es tal la “educación” de los integrantes del México bueno y sabio, que son incapaces de respetar su entorno íntimo, doméstico. ¿Qué puede esperarse de vida en sociedad?
Mariano Azuela Güitrón apuntó en una conferencia dictada durante su presidencia en la SCJN, que esperaba que su padre, Mariano Azuela Rivera, le mostrara el camino de la vida con lecciones verbales y puntuales, hasta que se dio cuenta que procuró predicarle con el ejemplo. Los seres humanos somos miméticos, tanto o más que los primates. Unos gestos los copiamos en automático, otros con estudiado cálculo para obtener algo del personaje imitado. Aquí así llegaron más de uno a la Presidencia de la República.
El problema de Andrés Manuel radica en su incapacidad de predicar con el ejemplo. Sustenta en la palabra su poder, su fuerza y su capacidad de comunicar y enseñar, porque nunca quiso aceptar que, efectivamente, su base electoral es un rebaño de mascotas de diverso origen y pureza, pero que nada más siguen el camino cuando las traen a mecate corto y con la intención de mostrarles, por el ejemplo, lo que ha de hacerse para sobrevivir.
Negarse a usar la mascarilla (a la que Andrés Manuel de seguro ve como el tapabocas que le daban de chiquillo y en su casa), servirse de transporte público en época de pandemia cuando el avión presidencial cuesta mucho dinero en el hangar; inventar lo de los otros datos que nunca son verificables, tolerar e incluso justificar las mentiras de López-Gatell; comportarse más como caballero que como gobernante con Consuelo Loera, y dejar libre a su nieto Ovidio; confrontar verbalmente la política regional del gobierno de Estados Unidos y querer ser como el dios trinitario y asumir bajo se egida los tres poderes federales, son hechos que, a estas alturas, más pronto que tarde la pasarán factura.
Andrés Manuel deberá confrontar dos semáforos rojos que determinarán su imagen histórica, su futuro, su fuerza: la consulta popular sobre la revocación de mandato, y la elección presidencial, con o sin extensión de periodo de gobierno, su sueño, su aspiración.
Si la oposición está organizada, deberá resolverse todo en la primera frontera, en marzo de 2022, lo que dará un respiro a las mascotas y a todos los mexicanos. Sí, a todos.
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Caminito de la escuela financiera. Sí, Andrés Manuel aprendió bien las lecciones de su gurú, Luis Echeverría Álvarez, quien aseguró que las finanzas se manejan desde el despacho presidencial (Los Pinos); hoy, para aleccionar al nuevo secretario de la Hacienda Pública, Rogelio Ramírez de la O, a quien la recetaron un cubrebocas, y le advierten que el Presupuesto de Egresos se define en el despacho del presidente de México.
¿Así, o más claro? Creo que Ramírez de la O debe pensar, ya, en el regreso a la independencia consolidada en su consultoría. Pero nadie aprende en cabeza ajena.
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@OrtegaGregorio