* En cuanto se resuelva al “modito” su reafirmación de mandato, estaremos en posibilidades de suponer algunas opciones que Andrés Manuel pudiera usar para quedarse, o para regresar al Maximato, o -para de plano- entregar el poder a algún miembro del Ejército o la Marina
Gregorio Ortega Molina
El verdadero alcance y la trascendencia del poder de Andrés Manuel, podrá constatarse en la manera de resolver la sucesión presidencial. ¿Lo hará de forma más o menos democrática, al disfrazar su autoritarismo de “auscultación” o encuesta… o ceder ante el clamor de la militancia? ¿Regresará el caudillismo, y se valdrá de los “modos” heredados del Maximato? ¿Generales y almirantes dirán “esta boca es mía”?
Plutarco Elías Calles dejó de ser lo que fue, en cuanto el general y presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, ordenó que lo subieran a un avión que lo trasladó a su exilio. Quizá el actual mandamás tarda en entender la frase de Talleyrand a Napoleón: Sire, las bayoneta sirven para alcanzar el poder, pero no para conservarlo, porque no puede uno sentarse en ellas (las palabras distan de ser textuales, pero señalan el sentir de la advertencia).
El culmen del poder presidencial, su canto del cisne, es el momento en que quien lo detenta decide empezar a dejar de ser. Ocurre como cuando la serpiente inicia el cambio de piel.
Las consecuencias de la manera en que se resuelva esta sucesión o imposición son pocas, pero de largo alcance y de mal aliento. La primera incógnita a despejar consiste en saber cuál es el peso real del poder fiscal compartido con los milites y la marinería, y determinar si están, o no, dispuestos a participar, o incluso insistir en la permanencia del actual jefe de las Fuerzas Armadas.
La manera en que Andrés Manuel determiné el nombre del sucesor distará mucho de ser democrática, como no lo ha sido nunca, por más que Ernesto Zedillo se esforzara por disimular su necesidad de imponer a Vicente Fox, o la manera en que el primer presidente de la República surgido de Acción Nacional debió doblar las manos ante la manera y el modo en que Felipe Calderón se le impuso.
Se ha escrito demasiado acerca de los acuerdos “secretos” entre Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, y también de la manera en que pactaron éste y Andrés Manuel López Obrador.
Aparentemente el actual presidente de México no tiene necesidad de pactar con nadie, salvo que el poder cedido a las Fuerzas Armadas ya exija tener voz en el proceso… y aparece otro inconveniente, el peso del poder económico real de los barones de la droga en la vida política de la nación. Ya mangonean en un muy buen espacio del territorio nacional, aunque no lo administran, dejan esa responsabilidad de dar la cara a las autoridades legales y establecidas.
En cuanto se resuelva al “modito” su reafirmación de mandato, estaremos en posibilidades de suponer algunas opciones que Andrés Manuel pudiera usar para quedarse, o para regresar al Maximato, o -para de plano- entregar el poder a algún miembro del Ejército o la Marina.
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@OrtegaGregorio