* Se anticipa que viviremos un tiempo de política de pica-pleito y disputa en el que el coro de 30 millones de votos intentará hacerse oír
Gregorio Ortega Molina
La piedra de toque del gobierno de AMLO es la promesa de acabar con la corrupción, porque esa debilidad, esa pifia, ese pecado todo lo permea. El comportamiento humano se transforma ante la oportunidad, o no, de corromperse. No hay área del gobierno ni actividad humana que esté libre de ese lubricante que todo lo facilita. Lo mismo se corrompe el prelado que el juez.
De allí que alarme el modito en que se perfila la manera de nada hacer para que todo permanezca igual. Creo yo que la procuración y administración de justicia en México se torció en cuanto Miguel Montes se encargó del Caso Colosio.
La estrategia seguida por el gobierno de entonces y los siguientes, seguramente abrevaron en la literatura de Stefan Zweig, concretamente en el capítulo Quos Deus perdere vult… en el que se narra cómo María Estuardo (se trata de su biografía) resuelve -o intenta hacerlo- el asesinato de su esposo, cometido por su amante, con el cual decide contraer matrimonio.
El mismo Zweig nos refiere a las analogías entre este caso de la vida real, y lo narrado por William Shakespeare en La tragedia de Macbeth, y si hubiese vivido para verlo, con certeza habría admirado el genio mediático de Carlos Salinas de Gortari para tratar de sacudirse toda sospecha vertida sobre él por el populacho y los descontentos.
Retomo el texto de Rafael Cardona del domingo 8 de julio último: “previamente a una reunión de trabajo con sus colaboradores, el morenista (AMLO) justificó su postura y señaló que la postulación de perfiles ciudadanos en cargos públicos no siempre garantiza que se trate de personas íntegras.
Como ejemplo puso al INAI, del que cuestionó su desempeño.
“Y aquí hay un asunto para analizar en estos días y los siguientes: ¿la condición de autonomía (en todo menos en el dinero público del cual dependen), convierte a estos apéndices del Estado en subsidiarios intocables e infalibles? ¿Sólo por ser autónomo se es perfecto e inmaculado?”
Si llegamos al 1° de diciembre sin Fiscalía Anticorrupción y sin el planteamiento de una profunda y seria transformación de la Procuraduría General de la República, adicional a la ya planteada durante el sexenio cuyo ocaso se acelera, sabremos cuál será la ruta a seguir para la pulcra lucha anticorrupción: el entendimiento con los que se fueron.
En cuanto al Poder Judicial de la Federación, pudiera ser que, de concretarse, el nombramiento de Olga Sánchez Cordero como responsable de la gobernabilidad, lejos de ser un guiño para los togados, es un aviso a la necesidad de imponer un alto a su corrupción, comenzando por el nepotismo.
Se anticipa que viviremos un tiempo de política, de pica-pleito y disputa en el que el coro de 30 millones de votos intentará hacerse oír.
“La Fiscalía General contará en los hechos con absoluta autonomía, no recibirá consigna del presidente de la República”, dijo. “La Fiscalía Anticorrupción será garante para evitar este mal que tanto ha dañado a México y no permitir bajo ninguna consideración el predominio de la impunidad”, agregó. ¿Será?
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