* Miente Carlos Slim, hombre de inmensa fortuna, pero cómplice o responsable directo o indirecto de lo sucedido en la L-12. Sí se benefició del poder y del gobierno de Andrés Manuel López Obrador: lo bendijo con impunidad
* Para vigilar que todo suceda de manera tersa y conforme a sus deseos, Andrés Manuel López Obrador hace una gira proselitista paralela a la de Claudia Sheinbaum, Con el pretexto de recomponer el sector salud, que ya no tiene remedio, se entrevistará con gobernadores en diversas entidades (¿23?), tan solo para recordarles quien es el que todavía manda y lo que se espera de ellos para encaramar a la silla del águila a su pupila
Gregorio Ortega Molina
Carlos Slim reafirma esa verdad de a kilo: en asuntos de política y de poder, el agradecimiento no existe. Pero el propietario de una de las fortunas más grandes del mundo y de la mayor riqueza de México no es un lego, cumple puntualmente con los acuerdos tácitos y los silencios que todo lo dicen, entre él y el dueño único del Ejecutivo, herido ahora por ser visto como santo patrono de los narcos.
Lo único que importa de lo dicho por Carlos Slim durante su conferencia del último 12 de febrero, es precisamente lo que omitió. Obvio, no responsabilizó a Claudia Sheinbaum por el derrumbe de la L-12. Todo se arregló entre ella, el presidente de la República y el jefe absoluto de grupo Carso, de inmediato y en una encerrona en el despacho de Palacio Nacional.
Tampoco ve con malos ojos que las fuerzas armadas hagan y deshagan en perjuicio de la industria de la construcción. Lo dicho es terso y nada significa en el ánimo presidencial y entre los militares, es un juego de espejos para el ambiente electoral: la supuesta y prudente distancia entre los poderes fácticos y la institución presidencial, con la idea de subrayar que el narco dista mucho de ser un poder económico, aunque la realidad indique lo contrario: mueve voluntades e influye en las economías de muchas naciones.
Es en este ámbito que se busca y obtiene la mayor de las mercedes que procede de la fuerza y legitimidad del poder presidencial: la impunidad. Y no porque Carlos Slim y sus empresas laven dinero, lejos de mí sugerirlo; tampoco porque estén infiltradas por el narco, no conviene a unos ni a otros. Recordemos cuál fue el tramo de la L-12 que se cayó -con costo de vidas- y cuál fue una de las empresas constructoras.
De esa junta a puerta cerrada entre los responsables gubernamentales del suceso, se informó que Carlos Slim asumía el costo económico de la reconstrucción del tramo inservible. ¿Lo hizo? ¿Puede comprobarse? ¿Puede transparentarse la cuenta de gastos? ¿Por qué al gobierno de la Ciudad de México asume la indemnización a los deudos y no la constructora? ¿Por qué no se muestran las modificaciones del trazo original y las muestras de resistencia de materiales?
Miente Carlos Slim, hombre de inmensa fortuna, pero cómplice o responsable directo o indirecto de lo sucedido en la L-12. Sí se benefició del poder y del gobierno de Andrés Manuel López Obrador: lo bendijo con impunidad.
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Negado está el presidente López Obrador para discernir con claridad. Ante el pavor que le da ausentarse unos días de la campaña presidencial, busca los pretextos necesarios para no acudir a Quebec, Canadá, donde habrá de celebrarse una cumbre de los líderes de América del Norte. ¿Qué tal que Claudia Sheinbaum la cajetea (como ya ocurrió el viernes) mientras él está fuera? Así, antepone la dignidad de la investidura, del país. Que no se metan con nosotros. ¡Uy, qué miedo!
Para vigilar que todo suceda de manera tersa y conforme a sus deseos, Andrés Manuel López Obrador hace una gira proselitista paralela a la de Claudia Sheinbaum, Con el pretexto de recomponer el sector salud, que ya no tiene remedio, se entrevistará con gobernadores en diversas entidades (¿23?), tan solo para recordarles quien es el que todavía manda y lo que se espera de ellos para encaramar a la silla del águila a su pupila.
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