* Sólo los políticos y los empresarios de la vieja escuela prefieren verse en papel, cuando hay mensajeros que nada tienen que ver con los medios de comunicación, con más seguidores que los comunicadores consagrados por el poder y la corrupción
Gregorio Ortega Molina
Marshall Mc Luhan acertó en la conceptualización de la aldea global, pero se quedó corto en ese asunto de que el medio es el mensaje, puesto que es el mensajero el que adquiere un nuevo protagonismo, Las redes sociales echaron al piso su hipótesis.
A los propietarios de los medios de comunicación les ocurrió lo que a la institución presidencial. Si los dueños de periódicos, estaciones de radio y televisión e inductores de la información a través de los noticieros y las noticias impresas perdieron el control de su fuente de poder con Internet, al presidente de la República en funciones la realidad política y social del país lo obligó a compartir, por encima de la norma no escrita, la fuerza institucional y metaconstitucional que lo transformaba en político reverenciado más allá del respeto cívico y legal.
Con las redes sociales, los blogs, el emisor se convierte en dueño de la información, en su intérprete y, lo más importante, en fuente de credibilidad e influencia, de acuerdo a su autoridad ética y moral y al prestigio que haya sabido construirse.
Si los “jefes de prensa” previos a la era digital debían vérselas con los dueños de los medios, los jefes de información, directores editoriales, reporteros estrella y editorialistas acreditados, hoy esa tarea se les ha multiplicado por mil, y desconocen la manera de abordar el problema.
En el ámbito nacional he podido constatar que funcionan twitteros con miles, cientos de miles y millones de seguidores, o blogueros que comparten su opinión y tienen muchos lectores, más de los que las autoridades sueñan con tener para sus mensajes.
El otro problema, no menor por cierto, es la segmentación del mensaje que desean emitir. Acostumbrados a los paradigmas de comunicación inexistentes, permanecen en el pasado y crean y emiten mensajes globalizadores, totales, para todas las audiencias, cuando es claro que idénticas palabras no sirven para todos los destinatarios.
Tengo amigos que me insisten en que debiera buscarme un espacio en algún medio impreso, y ahora me pregunto para qué, pues sólo los políticos y los empresarios de la vieja escuela prefieren verse en papel, cuando hay mensajeros que nada tienen que ver con los medios de comunicación, con más seguidores que los comunicadores consagrados por el poder y la corrupción.
Hace tiempo, durante el festejo de cumpleaños de mi amigo Jorge Mariné, conocí a inteligente y atractiva señora, casada y con hijos, que me dio su cuenta de Twitter. Cual no fue mi sorpresa que, en ese año, descubrí que tenía más de 300 mil seguidores. Soy feliz cuando retwitea uno de mis mensajes.
Ahora bien, ¿cómo segmentar ese mensaje, para que llegue a los destinatarios y tenga los efectos deseados?
A ello habrán de enfrentarse los que sueñan con convertirse en candidatos, en presidentes de la República, porque no quieren aceptar que el presidencialismo, hoy, sólo es un tigre de papel. Pero lo veremos el próximo lunes.
Del Demonio de Sócrates: ¿Darán cristiana sepultura al TLCAN? Al firmarse la orden ejecutiva sobre política migratoria avisan estar dispuestos a servirse de México y ya no ver a nuestra patria como elemento integrador de América del Norte y un proyecto geoestratégico que incluía seguridad, economía y disminución acelerada de las asimetrías de todo tipo.
Lo anterior obliga a una pregunta: ¿qué grupo poderoso está detrás de Donald J. Trump con la intención de modificar la globalización y reasignar el papel de EEUU para construir otro paradigma? ¿Es el principio de una cruenta guerra económica, sin armas pero con muchos muertos?