* Legitimidad por el buen gobierno le exigirá más que la concedida por el sufragio; por lo pronto requiere de buena disposición, creatividad y saber que el pueblo que lo eligió está por encima de los que pudieran comprar su buena voluntad
Gregorio Ortega Molina
AMLO debe adquirir pronto -diría ya- conciencia de la diferenciación entre la legitimidad del voto y la legitimación a través del buen gobierno. Sería iluso conceder que desconoce las razones por las cuales el modelo político quebró: exceso de corrupción e impunidad, ausencia de inclusión social y empleos dignos y gobernabilidad: México está en el vórtice, puede quebrarse como nación y convertirse en satélite, como lo fueron las repúblicas socialistas.
La legitimidad electoral es tan efímera como la llegada de las consecuencias del primer error. El cometido en diciembre fue y es el sambenito de Ernesto Zedillo, cuando su origen y consecuencias son de sobra conocidos por Carlos Salinas de Gortari.
Cuando el Presidente con botas tuvo la ingenuidad de preguntar, en la sala de prensa de Los Pinos ¿Y yo, por qué?, su capital político se había esfumado hacía muchos meses, demasiados. Vicente Fox fue un presidente efímero, perdió su poder al entregarlo a su pareja presidencial. Leo al general Gallardo y me entero que el EMP creó la sección “martita”.
La hoja de ruta de la legitimación de AMLO corre por el paraje diezmado de la corrupción: su base, sus electores, incluidos los no tan fanáticos del <<pejelagartismo>>, esperan que resuelva pronto y bien, porque a similitud de Luis Donaldo Colosio, a quien invocó al final de la campaña, sabe que el mexicano común fallece de hambre de justicia, que en determinado momento alimenta más que lo nunca resuelto por la campaña nacional contra el hambre. Rosario Robles y EPN pueden darse por satisfechos, cumplieron, los que tuvieron hambre ya están muertos.
Para acabar con la corrupción no basta con el ejemplo, tampoco es necesario cortarles la mano, pero sí es urgente que terminen, los corruptos y los corruptores, con sus huesos en la cárcel y sus fortunas confiscadas: la solución es penal y hacendaria, las buenas intenciones sólo son carne de <<memes>>.
Muy lejos de desear que la sangre llegue el río y profundizar así el encono social, pero es preciso reconocer que el restablecimiento de los valores cívicos, éticos y morales pasa por una reconciliación que exige, demanda el reordenamiento de la justicia por sobre la ley, de lo contrario AMLO seguirá, a paso veloz, el camino de Vicente Fox.
Pero claro, los compromisos adquiridos por AMLO para, al fin, hacerse con el poder, son muchos, quizá demasiados, y muy bien pueden posponer para la eternidad las promesas de campaña, pues los que sólo aportan el voto pesan menos en su ánimo que aquellos que también le metieron billete.
Legitimidad por el buen gobierno le exigirá más que la concedida por el sufragio; por lo pronto requiere de buena disposición, creatividad y saber que el pueblo que lo eligió está por encima de los que pudieran comprar su buena voluntad.
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