* Supuso, el verdadero perpetrador de ese acto -quien reside en Palacio Nacional-, que dar un estate quieto a la prensa será buen ejemplo para reforzar el control de los medios durante las campañas políticas, que se anuncian más turbias que turbulentas
Gregorio Ortega Molina
La película ha sido exhibida demasiado, tanto que ya no corre bien en el proyector. Su director e intérpretes saben que dejaron de sorprender e incluso ser creíbles, se dan cuenta de que repetir las escenas con la idea de aire fresco, en lugar de beneficiarlos, hastía.
El ojo de la cerradura dejó de ser necesario, pues insistir en transmitir el film completo una y otra vez, propició grietas en la historia original, y la realidad, que es compleja, se atisba cuando el carrete corre más rápido de lo habitual. Ya todo México sabe quién es y qué hace en ese escenario Lord Molécula, y el error es tan obvio que Ana Elizabeth Vilchis perdió la candidatura de la presidencia municipal de puebla, porque sus “desmentidos” muestran las costuras de esa intensa realidad que se empeñan en ocultar y, si no, al menos deformar.
En un intento por retomar el control del mensaje de sus mañaneras, el presidente de la República y sus operarios de información, decidieron enviar un ultimátum a los periodistas, con la idea de que quienes muestran inquietudes de independencia, o los que verdaderamente lo son, pero que van y entregan los datos de su vida profesional y personal a los administradores de la imagen presidencial, para acceder al salón de la Tesorería. No era necesario, tienen su Centro de Investigación Política.
Para capotear su error, eligieron el camino de denunciar lo indemostrable, y mencionar la idea de que conocen el nombre del hacker y filtrador de los datos de los periodistas, acto cuyo mitológico origen tuvo lugar en España, y fue perpetrado por un ex funcionario del área de comunicación en Presidencia. No podrán demostrarlo, porque no fue así.
Supuso, el verdadero perpetrador de ese acto -quien reside en Palacio Nacional-, que dar un estate quieto a la prensa será un buen ejemplo para reforzar el control de los medios durante las campañas políticas, que se anuncian más turbias que turbulentas, con excesos en las redes sociales y violencia casi incontenible, la muerte de candidatos menores y, por qué no, de alguno u otro comunicador convertido, ya, en piedra en el zapato.
Debemos refrescar en la memoria el aviso que le dejaron a Ciro Gómez Leyva en la carrocería y parabrisas y ventanas de su camioneta.
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