* El bien amado líder pospuso sus rencores y el juego de vencidas de nivel internacional, para hacerse con el micrófono y -sin importar que no se supiera si entre los fallecidos los hubo de origen venezolano, nicaragüense o cubano- buscó en lo mejor del lenguaje las palabras adecuadas, justas, sentidas, para condolerse con Biden y los residentes de Uvalde. Se comportó más allá de la humanidad que lo caracteriza. ¿Lo soñé?
Gregorio Ortega Molina
Sin aliento, conmovido hasta las lágrimas y hasta hoy, me dejaron las palabras de nuestro bien amado líder, Andrés Manuel López Obrador, dirigidas al presidente Biden y al gobernador de Texas, por lo ocurrido a esos 19 niños y dos maestras del poblado de Uvalde.
Poco importa que los chamacos distaran mucho o poco de ser connacionales, o que claramente Makeena Lee Elrod fuese sajona. Tampoco es necesario saber si debido a la cercanía de Uvalde con la frontera mexicana, los padres de esos alumnos que dejaron de existir, llegaron a ese poblado en busca de los abrazos que nuestro tlatoani oferta en sustitución de la violencia, aunque aquí no se detiene y obedece a otras razones, como la ausencia de Estado.
Si, para qué saber si algunos de los padres de esos muchachos todavía tienen identidad con México y aún envían dólares a los familiares dejados de este lado de la frontera. Sólo importa ver una y otra vez, hasta el agotamiento y el estupor, los rostros de esos chicos que dejaron de estar, esos muchachitos a los que a plomazos les fue suspendida la vida, y a saber dónde fueron a parar sus almas y sus afectos.
Es momento de traer a colación un texto de El País Semanal, de hace más de veinte años, donde la autora dice que existen palabras, conceptos, ideas para que el viudo o viuda pueda identificarse con la pérdida del cónyuge, y los hijos puedan ser llamados huérfanos; asegura, con firmeza, que no hay término adecuado para nombrar a quienes han perdido un hijo. Acá, las madres buscadoras, allá, en Uvalde, las madres que dejaron a sus vástagos en las manos del Estado, la escuela, las maestras, para que un vándalo armado llegue a arrebatarlos, así nomás.
Es cierto, el bien amado líder pospuso sus rencores y el juego de vencidas de nivel internacional, para hacerse con el micrófono y -sin importar que no se supiera si entre los fallecidos los hubo de origen venezolano, nicaragüense o cubano- buscó en lo mejor del lenguaje las palabras adecuadas, justas, sentidas, para condolerse con Biden y los residentes de Uvalde. Se comportó más allá de la humanidad que lo caracteriza. ¿Lo soñé?
Es así que nos convierte en ejemplo para el mundo.
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