* Pronto iremos derribando, a golpes de realidad, los usos y costumbres de dos mil años de cristianismo y civilización occidental
Gregorio Ortega Molina
Inquieta la forma en que ahora pueden traer vástagos al mundo. Por un lado, los científicos y los bebés genéticamente modificados y, por el otro, los que pueden hacer el gasto de un vientre subrogado.
Quizá el método que más preguntas de carácter ético, moral y afectivo suscita, es el de los vientres de alquiler, pues no importa que el óvulo fecundado con anterioridad para ser depositado en una matriz ajena, posea el ADN de sus futuros padres biológicos, porque aparece un tercero en discordia que también lo convierte en carne de su carne, que lo alimenta durante la gestación y, con certeza, los cambios de ánimo, las emociones y estímulos experimentados por la gestante, influyen en esa criatura que se forma en su interior.
Los cuestionamientos se suscitan porque “recientemente, la actriz española de 68 años de edad Ana Obregón tuvo una hija a través de vientre subrogado; noticia que causó un gran impacto en redes sociales y entre la sociedad española, en especial porque la empresaria Carmen Lomana dio a conocer, en un programa de televisión, que la hija de la famosa había sido concebida con el esperma del hijo fallecido de ella.
‘De lo que estoy segura es que a esta mujer portadora le han inseminado con el semen de su hijo. Lo tengo claro porque es lo único que veo que tiene razón de ser. Ana va a ser abuela y [su ex Alessandro] Lequio también. Pienso que ella, en su desesperación, habrá pensado que era la forma de seguir teniendo a su hijo’, dijo Lomana”. Hasta aquí la información que corre en medios tradicionales e Internet.
Pienso en el cigoto y en el momento en que el soplo de vida, el big-bang humano le abrió las puertas al alma, la razón, el carácter y, en mucho o en poco, a cierta predeterminación de lo que será en vida ese nuevo ser que, en apariencia, nada tendrá que ver con la persona que lo gestó.
Ahora resulta que Ana Obregón es madre y abuela al mismo tiempo y, también, en cierta medida cometió un incesto científico, lo que trae a la memoria la extraordinaria película de Louis Malle, Soplo en el corazón, cuyo contenido queda claro en la opinión de los expertos: “Para comprender este punto de vista hay que considerar que Malle compartía la idea, muy difundida, según la cual la prohibición del incesto tiene como finalidad evitar los pretendidos riesgos decurrentes de relaciones consanguíneas; es decir, impedir un posible aumento de caracteres recesivos. Para Malle, la prohibición del incesto estaría arraigada en la genética y su fundamento sería biológico. Con el advenimiento de la píldora anticonceptiva, los efectos “[genéticamente] desastrosos” del incesto podrían ser evitados y no habría más ningún motivo para el mantenimiento de la interdicción”.
Pronto iremos derribando, a golpes de realidad, los usos y costumbres de dos mil años de cristianismo y civilización occidental.
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@OrtegaGregorio