* El encubrimiento y la venganza conforman un binomio perverso en la procuración de justicia. El asunto se complica cuando a esa perversidad se añade la debilidad del que tiene la responsabilidad de gobernar, alimentada por su disminuida estatura y su falta de inteligencia, su carencia de imaginación para superar sus deficiencias y aprender a mandar como la Constitución lo señala
Gregorio Ortega Molina
Reducir la corrupción a su aspecto monetario es un insulto a la inteligencia, un agravio a la procuración y administración de justicia, porque lesiona el oficio del poder y destruye -sin posibilidad de reconstrucción- la credibilidad en el Estado y sus instituciones.
El encubrimiento y la venganza conforman un binomio perverso en la procuración de justicia. El asunto se complica cuando a esa perversidad se añade la debilidad del que tiene la responsabilidad de gobernar, alimentada por su disminuida estatura y su falta de inteligencia, su carencia de imaginación para superar sus deficiencias y aprender a mandar como la Constitución lo señala; en el caso de Felipe Calderón y Genaro García Luna, como Dios manda.
Allí están las fotografías en las que el presidente constitucional de los mexicanos decide portar una gorra con cinco estrellas y casaca militar que lo hacen ver pequeño porque le quedan grandes. Lo remedió llevándonos a una guerra que para el próximo 1° de diciembre sobrepasará el cuarto de millón de muertes violentas, sin contar desaparecidos y secuestrados, víctimas de trata y de pobreza extrema y pobreza alimentaria.
El recuento que antecede es para dar contexto a mi reflexión sobre la lectura de Una novela criminal, enorme reportaje periodístico de Jorge Volpi, inscrito en la tradición de Edmundo Valadés y Vicente Leñero, con La muerte tiene permiso y Asesinato: el doble crimen de los Flores Muñoz. El mérito de Volpi es motivar inquietudes, suscitar preguntas y encontrar algunas respuestas que los responsables de lo ocurrido a Florence Cassez e Israel Vallarta se mostrarán incapaces de refutar.
Al llegar al índice onomástico de Una novela criminal lo primero que me pregunto es si Felipe Calderón Hinojosa permitirá que sus hijos la lean y después discutir su contenido con ellos; no puedo dejar de cuestionarme hasta qué punto estuvo enterada Margarita Zavala y si don Diego Zavala se interiorizó del caso y prefirió guardar silencio.
Me muestro incapaz de eludir mi deseo de saber qué determinó exactamente a Genaro García Luna para proceder a la impostura de recrear lo que antes no sucedió en el caso de la detención de Israel y Florence, y cómo llegó a decidirse que fuesen ellos los protagonistas de un montaje cuya propuesta o idea inicial era dar la imagen de que en México se respetan los derechos humanos, se procura y administra justicia conforme a la Constitución.
¿Atendió el AFI mayor una instrucción de su presidente, y la combinó con su “relación profesional” con Eduardo Margolis, para satisfacer dos exigencias de un solo golpe? ¿Cuál fue el verdadero papel de Luis Cárdenas Palomino? ¿El de la debida obediencia?
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