* En fin, que los boquiflojos terminarán por joder la última oportunidad de la transición, de la reforma del Estado, del cambio de régimen
Gregorio Ortega Molina
Arturo Zaldívar, ministro presidente de la SCJN, muestra su verdadero rostro: rabanito forever; el de Felipe Calderón es de sobra conocido por los estudiosos de la política: engaña como respira.
Ambos saben para qué sirve el poder y cómo servirse de él. Pero quizá la manera perversa por excelencia es la del ministro presidente, quien gustoso subordina la independencia del Poder Judicial al presidente de la 4T. Me pregunto si saben del daño causado a la democracia niña que estuvo a punto de convertirse en adolescente. No hay peor corrupción que la que se manifiesta en retroceso y linda con la traición: los dos enviaron por el retrete su obligación de cumplir con el mandato constitucional.
Por su parte, Felipe Calderón antes de hablar debió hacer memoria y callarse la boca, porque Fernando Gómez Mont hizo tareas específicas para él, como visitar a ministros de la SCJN para solucionar favorablemente casos a su gusto y necesidad. De no hacerlo así, Margarita Zavala le hubiera dejado de dirigir la palabra.
El funcionario público de la 4T que para el caso sustituyó las funciones de Gómez Mont tan bien desempeñadas, se llama Santiago Nieto, empollado en el Poder Judicial de la Federación, diligente y dispuesto a ser mil usos. Sus anhelos de poder lo hacen olvidar los objetivos para los que sirve, y por ello habla cuando debió permanecer con la boca cerrada.
Con la misma piedra tropezó Arturo Zaldívar. En su anhelo por convertirse en Olga Sánchez Cordero y ser factótum en un cambio de régimen que no aciertan a concretar, subordinó voluntad y conciencia y denunció a Felipe Calderón; a mayor gloria de la 4T, amplió sus gratuitas declaraciones y puntualizó que la presión fue mediática, sin siquiera detenerse a reflexionar un segundo, porque lo mismo ocurre durante este gobierno, con mayor peso y más terrible violencia verbal, pues la agresión es cotidiana, verbalizada desde el centro mismo de la zarza ardiente ubicada en el salón de la Tesorería. No hay mayor simbolismo para referirse al templo de mamón.
El poder requiere de carácter para controlarlo y no a la inversa, y saber cómo el gobernante puede disponer de esa fuerza sin perjudicar a los que dice ayudar.
Para aprender, mejor que los textos de ciencia política, sugiero la lectura de dos enormes novelas. El último encuentro, en la que Sándor Márai narra las vicisitudes de los hombres del poder y de quienes lo padecieron, al momento de la disolución del Imperio Austro-húngaro. El cambio de régimen los llevo al comunismo y después al capitalismo.
En Una investigación filosófica Philip Kerr cuenta las vicisitudes de la procuración de justicia cuando el crimen organizado, o el criminal solitario, resultan más inteligentes que los mandamases. Algo me suena, a ustedes, lectores ¿no?
En fin, que los boquiflojos terminarán por joder la última oportunidad de la transición, de la reforma del Estado, del cambio de régimen.
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