Norma Meraz
La democracia es la gran aspiración de los pueblos y, en esta aspiración, los hombres muestran su verdadera identidad.
En América Latina, la democracia se afianzó en la década de los 90’s y a principios de este siglo.
Habían quedado atrás los regímenes militares absolutistas con sus ejércitos fortalecidos durante la guerra fría que gobernaron casi todo el Continente Americano.
Los ejércitos se retiraron de la política –aparentemente–, pero mantuvieron una gran influencia en la sociedad y en los negocios. Dado que las instituciones civiles aún eran débiles, los Presidentes y/o Jefes de Estado acudían al ejército para “remendar” esas instituciones y fortalecer su propia legitimidad.
Alguien dijo que: “a los ejércitos les va bien con la democracia”.
A México le va bien con sus Fuerzas Armadas! El Ejército y la Marina Armada han sido fieles guardianes y defensores de nuestra soberanía, de nuestra Patria.
Habrá que cuidarlas, darles su lugar respetando sus atribuciones y no usando esa Institución “pa’ lo que se ofrezca”.
En las últimas semanas hemos visto el surgimiento de innumerables y multitudinarias manifestaciones sociales en diversas partes del mundo; una especie de furia colectiva que exige cambios en las políticas públicas que coadyuven al mejoramiento de la calidad de vida de millones de hombres, mujeres, jóvenes, viejos y niños.
Y es que los sistemas “democráticos” están fallando y, cuando se frena la democracia, aumentan los disturbios.
Estas sociedades están frustradas desde hace tiempo por resistirse a vivir en medio de la desigualdad y la corrupción.
La confianza en las instituciones democráticas y en los tribunales que no imparten justicia se ha reducido; mientras tanto la polarización política crece y aumenta a la vez la sensación –en muchos ciudadanos– de que el sistema político es muy endeble.
Las democracias polarizadas e infectadas de corrupción generan conflictos de fondo entre las distintas clases sociales.
Hay Presidentes civiles, como en México –Andrés Manuel López Obrador– que asignan al Ejército grandes proyectos de infraestructura, de patrullaje, incluso programas de administración de servicios sociales. También participan en la política migratoria y otros ámbitos lo que hace, por una parte, que los militares no estén donde deben estar, en los cuarteles, custodiando los litorales y, eventualmente, activos en los casos de desastre. Por otro lado que emerja un nuevo militarismo, lo que significa que el Ejército regresa a la esfera política, como aliado.
El Presidente López Obrador había expresado en campaña que el Ejército volviera a los cuarteles. Sin embargo, creó una Guardia Nacional conformada por militares y policías, eso sí, “con mando civil”.
¿En dónde se encontró la cuadratura al círculo?
El hecho es que los disturbios y la inestabilidad política dentro de los partidos de oposición, hasta en el mismo partido en el Gobierno, están en crisis. El Presidente tendrá que arroparse con el Ejército, lo que llevaría a que el Ejército se vuelva a politizar.
El Presidente López Obrador resalta en su discurso que el Ejército es el pueblo con uniforme y que a él lo cuida el pueblo, o sea el Ejército.
Todo esto se traduce en una invocación al Ejército con mayor frecuencia de manera más abierta y en momentos cada vez más tensos.
La criminalidad coloca al Presidente cada vez más frente al gran reto de brindar seguridad a todos los que habitan esta tierra, para que sobreviva la democracia.
Bien por el Presidente, al no aceptar la “ayuda” de Donald Trump.
Aunque de tiempo atrás, tengamos repleto el territorio nacional, de agentes de seguridad norteamericanos.
La Criminalidad, sin duda, ¡engulle a la democracia!
¡Digamos la Verdad!