Los acontecimientos de la última semana nos llevan a reflexionar sobre la alarmante crisis de seguridad pública que vive nuestro país. Las jornadas violentas se han recrudecido en Sinaloa, escenario que aunque era previsible, no es justificable, trás la misteriosa captura de Ismael “el Mayo” Zambada. La disputa e impunidad en esta guerra de grupos criminales, incluso rebasa escenarios regionales y se extiende a otras latitudes, como lo fue la cruenta jornada del 19 de septiembre pasado en el Estado de Morelos. En el frente legislativo, no poco revuelo causó la reforma que dio paso a la incorporación plena de la Guardia Nacional bajo el mando de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Como era de esperarse, fueron muchas las voces que se levantaron en contra de una Guardia Nacional bajo el mando castrense, aduciendo al trillado alegato de una militarización de la sociedad mexicana. Sin embargo, el pasado sábado mientras tropas de infantería y guardias nacionales contenían a los criminales en Culiacán, el polémico gobernador de Sinaloa Ruben Rocha Moya, comía quitado de la pena en el exclusivo Archiebald en Polanco en la Ciudad de México. Lo anterior, da cuenta de manera expresa de que el poder civil no está preparado para mandar una Guardia Nacional que tiene un estado de fuerza equivalente aproximadamente a todos los efectivos que conforman los ejércitos de Guatemala, Honduras, Nicaragua , El Salvador y Panamá en su conjunto.
La Guardia Nacional bajo mando militar, no debe tomarse como una ocurrencia o una idea nueva, sólidos referentes históricos la avalan como una fuerza de carácter castrense. Sus primeros antecedentes se remontan a las milicias provinciales formadas durante el virreinato, precisamente para auxiliar a las tropas del rey no sólo en la defensa exterior, sino en el mantenimiento de la seguridad interior. A partir del México independiente, los guardias nacionales continuaron con ese rol pero también engrosaron durante la Guerra de Reforma, el grueso de la tropa del Ejército Liberal al unirse la mayoría del ejército profesional al bando conservador. Hoy en la actualidad, los hombres y mujeres que se incorporan a mandar a los guardias nacionales, se forman en el Heroico Colegio Militar, lo cual les garantiza la misma formación académica, física y ética que los subtenientes que causan alta en el Ejército Mexicano. Es también importante destacar que el pie veterano de la Guardia Nacional se integró con policías militares y que el estar sujetos al fuero de guerra, garantiza la elemental disciplina y operatividad del cuerpo, algo que las policías civiles parecen estar a años luz de lograr.
Experiencias de otras naciones que tienen su seguridad nacional e interior bajo control, refuerzan que la decisión es acertada, para muestra un botón: La Guardia Civil española, una de las gendarmerías más afamadas del mundo, ha sido desde su fundación por Real Decreto en 1844, un componente de las fuerzas armadas españolas, la “Benemérita” no solo es el cuerpo policial más antiguo de España sino un magnífico complemento a la Policía Nacional y a las policías municipales. Coincidentemente su fundador, el general Francisco Javier Girón y Ezpeleta fue descendiente del emperador Moctezuma Xocoyotzin.
La Gendarmería francesa es otro referente de éxito probado en cuanto a policías militarizadas, incluso Francia ha puesto en marcha la Operación “Sentinelle” consistente en desplegar tropas del ejército con uniforme y equipo de combate en zonas turísticas para garantizar la seguridad de ciudadanos y visitantes, así como para hacer frente a amenazas terroristas.
Al igual que España y Francia, Italia cuenta con el Arma de Carabineros, fundada en 1814, los afamados “Carabinieris” son una gendarmería y un componente de las fuerzas armadas italianas, sus roles son múltiples en el ámbito civil y militar, y destacan por su eficaz defensa del patrimonio artístico, histórico y cultural de Italia. Otro ejemplo, es el que concierne a la Guardia Costera estadounidense, que es una de las ramas de las Fuerzas Armadas de nuestro vecino del norte.
Al hacer un recuento de las fuerzas mencionadas, nadie esgrime que las sociedades de España, Francia, Italia o Estados Unidos están militarizadas, al contrario, estas naciones, de manera eficaz, echan mano del poder de fuego de sus estados en defensa de su sociedad y de su seguridad interior.
Cada país es diferente, pero México no debe ser la excepción en cuanto a este modelo, sobre todo por el rezago que en todos los campos padecen las fuerzas civiles de seguridad. Aun contando en el futuro, que ojalá sea próximo, con policías civiles a la altura de las circunstancias, México no puede darse el lujo de prescindir de un cuerpo tipo gendarmería.
El pasado desfile militar del 16 de septiembre fue abierto por los guardias nacionales, el despliegue de efectivos, de equipo así como la marcialidad con que marcharon hombres y mujeres fue notable, su aportación a la pacificación del país así como a reconstituir el resquebrajado tejido social tiene que ser de primer orden. Sin embargo la Guardia Nacional no debe ser tomada como botín de políticos, sin importar cual sea su partido o formación política, tampoco como una plataforma para dirimir batallas mediáticas o legislativas, sino deber ser considerada como una fuerza presente en nuestra historia, aun desde antes de la consumación de la independencia, que ha concurrido con compromiso a los momentos más graves de nuestro derrotero como nación soberana y a partir de hoy, como un orgulloso cuarto componente de las Fuerzas Armadas Mexicanas.