Diario de un Reportero
Ramsés Ancira
Las malas noticias siempre superan en impacto a las buenas; sin embargo, hay una gráfica que ha mostrado un aplanamiento casi total en México y es el de personas que logran recuperarse del COVID-19, una gráfica que no muestra el subsecretario de salud en su conferencia de prensa cotidiana y que mucho menos exhibe el pedestre periodismo mexicano en tiempos del COVID-19
Se trata del aplanamiento en la cantidad de personas que se recuperan de la enfermedad en México y que se ha mantenido constante desde el 25 de abril de 2020 y hasta el 24 de mayo del mismo año. De los casos cerrados, en la primera fecha el promedio de recuperación fue del 85.41% y en la última de 86.51%.
Trasladado a la imagen, esta línea prácticamente se convierte en recta, con muy pocas ondulaciones en 31 días.
Los datos no son proporcionados por fanáticos “Amlovers” ni por voceros de la Cuarta Transformación o 4T, como se le denomina coloquialmente, pero a la que preferimos nombrar por su nombre completo para consultas de este diario en el futuro.
La información fue tomada de Worldometer empresa de estadísticas (hasta donde es posible en tiempo real) que cuenta con la confianza manifiesta de distintos gobiernos y del prestigioso hospital universitario Johns Hopkins de Baltimore.
De acuerdo a esta fuente el peor día para México durante la pandemia fue el 28 de marzo, cuando solo se recuperaron 25 de cada 100 personas enfermas de Coronavirus, y la mejor fecha fue el 3 de abril cuando el porcentaje de aliviados en nuestro país fue de 92.68 por ciento.
En otro enfoque para ver las cosas, si bien es terrible cuando nos enteramos de que en menos de 24 horas fallecen más de 400 personas, aunque una sola persona muerta representa para una familia una pérdida irreparable; en la gráfica, que aquí se muestra en color naranja, hay una relativa línea plana en los fallecimientos, a partir del 29 de abril cuando murió el 12.08% de los contagiados activos, y el 25 de mayo, cuando murió el 13.49 por ciento. Para apreciar estos números en su justa dimensión hay que considerar que la fecha fatídica que rompió todas las marcas, antes y después, fue el 28 de marzo, cuando murió el 75 por ciento de los contagiados por el virus, registrados en México.
Ahora bien ¿Qué ocurrió entre el 28 de marzo, cuando murieron 75 de cada 100 enfermos, y el 25 de mayo, cuando el porcentaje de decesos fue de 13.49 de cada 100; pues que en el interín llegaron 13 aviones de Shanghái, gestionados por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard con millones de mascarillas quirúrgicas y toneladas de equipo de protección.
Hay trascendidos de abusos, no falta quien diga que aprovechando el viaje también se cargaron en los aviones celulares y pantallas planas, sirviéndose de que no había revisión aduanal.
En términos jurídicos, suponiendo sin conceder que esto haya ocurrido, hay un antes y un después de la importación de insumos, que sí se refleja en la reducción promedio de las estadísticas de letalidad. Aún así hay incongruencias, si tan solo en el décimo tercer vuelo de Shanghái, llegaron el 24 de abril dos millones de mascarillas quirúrgicas ¿por qué persisten las protestas de médicos y enfermeras, encabezadas por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias que es el de mayor prioridad en la atención del COVID-19?
Obviamente no hay dos millones de profesionales de la salud atendiendo la pandemia en México. ¿Entonces? Una de tres, o las mascarillas compradas no son de la calidad necesaria; o se las están robando para venderlas o Marcelo Ebrard es mucho más eficiente para importarlas, que las Secretarías de Salud y de Gobernación para distribuirlas en tiempo y forma.
La respuesta no la vamos a conocer mientras la mayoría de los supuestos reporteros y reporteras que acuden a las conferencias de López Gatell no aprovechen para documentarse y hacer preguntas más precisas.
Porque ahora veamos otras estadísticas. Al 24 de mayo se habían detectado en el planeta 5 millones, 558 mil 356 personas contagiadas de COVID y habían muerto 347 mil 873, esto significa 6.22 de cada 100. En cambio, cuando en México contabilizábamos 71 mil 105 casos confirmados, habían fallecido 7 mil 633, esto es 9.31 de cada 100.
La mortalidad en nuestro país, en otras palabras, es casi un tercio más alta que el promedio mundial. Se explica por el mayor índice de diabetes y obesidad y es congruente con lo que sucede en Estados Unidos.
En el vecino país del norte de 1 millón 706 mil 226 contagiados habían muerto 99 mil 895 al último minuto del 25 de mayo. Esto es: 18 muertos por cada 82 pacientes recuperados en Estados Unidos; en contraste con la cifra mexicana de 13 muertos por cada 87 sobrevivientes infectados.
Para bien o para mal, estos no son los referentes ni las cifras que se presentan en los noticieros de Ciro Gómez Leyva donde se eligen cuidadosamente las cifras que más nos desfavorecen.
Ni López Obrador ni el mayoriteo morenista. En México mandamos los mexicanos
La propuesta fue de López Obrador y la operación fue de la Inculta, con I mayúscula, Dolores Padierna de Bejarano. Apenitas se salva el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, porque tuvo la prudencia de advertir que se trataba de algo a consulta y no un hecho consumado.
El caso es que ni el Congreso del mayoriteo facilón, ni el jefe del Ejecutivo pudieron acabar con el fideicomiso para producir cine en México.
Los cineastas mexicanos ganadores del Oscar, (véase por donde se vea el más prestigiado galardón cinematográfico del planeta) encabezados por Guillermo del Toro, acompañado de Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, además de la cineasta mexicana, que, sí filma en México, María Novaro, fueron mucho más eficientes que la endeble oposición legislativa. Con argumentos sólidos, más de 35 mil familias que viven de la industria, lograron salvar ese presupuesto.
No es un tema menor. Si el presidente dice Tren Maya o NO al Aeropuerto en Texcoco hay muchos que lo apoyamos porque significan empleos y desarrollo para el Sureste, y frenar el crecimiento de la mancha urbana hacia el oriente de la Ciudad de México, lo que provocaría una catástrofe ambiental, respectivamente.
Aunque parezca un necio, muchos hechos le han dado la razón al presidente López Obrador, entre los más recientes la apreciación del peso y la recuperación del precio del petróleo.
Pero el poder del presidente (que cree en la santería y en supersticiones, pues él mismo confesó que mandó a desembrujar la Silla Presidencial, poniéndose al mismo bajo nivel de los Salinas de Gortari que contaban con una chamana personal apodada La Paca) tiene un límite cuando los mexicanos hacemos valer el sentido común.
López Obrador se puso al nivel de Vicente Fox, cuando el primero dijo que el caso de Notimex “hay se tiene que ir resolviendo” y el segundo cuando se le cuestionó por la invasión de las instalaciones de Canal 40 dijo “¿Y yo por qué?”.
El impedimento a la desaparición de Fidecine, y junto con este, otros fideicomisos, es un verdadero parteaguas porque por primera vez hay una unión de distinguidos mexicanos, que sin insultos ni posiciones partidistas le dijo ¡No! A López Obrador, y este tuvo que acatar lo que la sociedad le demandó.