Luis Farías Mackey
No me sorprende la integración de lo que osan llamar “Comisión para la Reforma Electoral”: peor imposible. Por supuesto explica a la perfección su presidencia en manos del jurisperito y demócrata -en cuyas nóminas jamás se ha el sol-: el humilde Pablo Gómez.
Imposible conjuntar un dechado similar de ineptitudes. ¿Cómo dice la conseja: “dime con quién andas”, o es aquella de “quien con niños se acuesta”? Rosa Icela Rodríguez, José Merino, Ernestina Godoy, Lázaro Cárdenas, Jesús Ramírez y Arturo Zaldívar. Todos demócratas, todos especialistas en representación política, sistemas electorales y partidos políticos. Todos libres pensadores y reconocidos por su autenticidad e independencia de cara al poder macuspano.
Todas y todos dignas y dignos exponentas y exponentes de las fortalezas políticas y jurídicas de la 4T. ¿Qué pudiera salir mal?
Por otro lado, me enternecen los siempre prestos abajofirmantes que antes de que cantara un gallo hicieron pase de lista en consabido desplegado para lo que creen será otra reforma electoral al hilo. ¡Ternuritas!, ¿urgencia o costumbre?, como si éstas -las reformas- se les hubiesen escriturado de por vida.
Al margen de ellos, las preguntas para los machuchones y machuchonas del poder son: si todo está tan bien, si la elección judicial fue un éxito urbi et orbi, si han hecho de los sistemas político, jurídico, económico, social y gubernativo su llavero de bolsillo, ¿a qué le temen? ¿No confían en su resiliencia, temen al pueblo bueno, dudan de su sabiduría, o ya se acabaron los recursos y habrán de gobernar de aquí en adelante con garrote?
Finalmente, quienes sueñan con audiencias públicas, foros de expertos, seminarios académicos, conferencias, libros, revistas especializadas y nóminas ocultas, pueden sentarse a esperar en el olvido. Si se robaron la mayoría calificada nadie pudiese esperar se comporten ahora como los demócratas que jamás han sido.
Ésta no es una reforma más en el modus operandi reformista del que muchos hicieron profesión y modus de vida. Estamos ante el paredón del sueño de democracia que, sin asideros ciudadanos, se nos convirtió en la peor de las pesadillas en chaleco guinda.
Ninguna integración mejor que la de la comisión anunciada ayer por la presidente como escuadrón de fusilamiento. De la nada, sólo nada se puede esperar.