En todas las épocas, las oligarquías financieras han operado sin un control efectivo o, por lo menos humanitario. Ante ello son omisos los poderes establecidos, a lo largo y ancho del mundo. Y dichas oligarquías, por sobre muchas otras, son insaciables y despiadadas por definición.
Viene a cuento ahora que centenar y medio de jefes de Estado y de gobierno se han reunido en París para discutir temas ambientales, bajo el patrocinio de ese elefante blanco que es la ONU… sin la participación –ni siquiera tácita– de los oligarcas mundiales.
Éstas son tan fuertes y poderosas que, sólo durante los lapsos que ocuparon los combates durante las dos guerras mundiales, las oligarquías financieras se “sometieron”, con un sentido de meditada y calculada estrategia costo – beneficio, a los mandos civiles y militares en turno.
Sin embargo, siempre se trató de un sometimiento disfrazado y tramposo, toda vez que la opinión pública mundial estaba demasiado enterada de los intereses que jugaban las empresas tras las potencias en guerra.
“El nacionalsocialismo no vive de los libros…”
Nadie dudaba que compañías transnacionales de enorme peso financiero como la acerera, armera y minera Krupp, la línea de aerocomunicaciones Lufthansa y la armadora Mercedes Benz apoyaron frontalmente a Hitler.
Pero esas sólo fueron las que dieron la cara, pues sus logotipos aparecían expresamente en los documentales de Leni Riefenstahl, la cineasta más “prestigiosa” del nazismo, aquélla que había hecho célebres las consignas de Goebbels, como la expresada después del incendio en la plaza de la Opera de Berlín de todos los libros “de la judería” –Marx, Freud, Stephan Zweig, etc.– en las piras gigantescas atizadas por los ideólogos y las juventudes hitlerianas.
“El nacionalsocialismo no vive de los libros, no los necesitamos. Sólo vivimos afianzados en el poder de la voluntad”, dijo Goebbels. Así llamó Leni Riefenstahl a su documental, que fanatizo las mentes alemanas: ” El triunfo de la voluntad”.
Esencialmente, las transnacionales más grandes del mundo, apoyaron a todos los bandos en guerra, sin tomar partido por alguno de ellos. “Nuestro lema es el negocio”, decían los dueños y directivos de los consorcios , aunque fueran miembros de las razas y etnias masacradas.
Igual ahora, contaminar es su negocio…
Los gobernadores de la influenza
En efecto, atrás de la producción del terrorífico gas Zyklon – B –usado en los campos de exterminio cuyo exponente más conocido es Auschwitz– estuvieron las gigantescas IG Farben, alemana, y las suizas Sandoz y Novartis.
Sandoz y Novartis, sí, que nos son tan familiares porque sus propietarios arrasaron en México, por recomendación de la Organización Mundial de la Salud, de la ONU, en la adjudicación milmillonaria para producir la mejor “vacuna contra la influenza”.
Y esa influenza que fue el gran mito calderonista-ebrardista para acabar con las frágiles finanzas de los negocios pequeños y medianos capitalinos que tuvieron que clausurar sus actividades para “detener el contagio de esta gran epidemia”, a cambio de favorecer a grandes farmacéuticas transnacionales.
La sociedad panista – perredista cerraría filas y candados unos meses después, forjando una alianza “contra natura” de los dos partidos para buscar las gubernaturas de Puebla, Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Durango, Baja California Sur, entre otras.
Los actuales gobernadores de Puebla, Oaxaca, Sinaloa y “El Gordo” Aguirre, que lo fue de Guerrero, son conocidos como los candidatos triunfantes del negocio de la influenza, un fantoche inexistente, antecedente de la tragedia de Iguala y del atraco a la Línea 12 del Metro.
Se beneficiaron con ambos bandos
En el terreno de la guerra, la Standard Oil, del judío Rockefeller, produjo el tetraetilo de plomo, aditivo necesario para que la aviación alemana, la Lutwaffe, pudiera bombardear sus objetivos, las poblaciones de sus “aliados” europeos. Sin ese producto, los aviones de Hitler no hubieran despegado jamás.
La famosa editorial Random House fue básica en la edición de todo el material publicitario sobre los objetivos genéticos del nazifascismo, igual que en la producción de la propaganda gringa que caía sobre Europa y el Pacífico.
Coca Cola y su subproducto Fanta, penetraron de la mano de la poderosa Wermacht en todos los territorios ocupados tras la invasión de Polonia en septiembre de 1939. Lo mismo que todos los genéricos lácteos de la suiza Nestlé, en ambos bandos del conflicto. En EEUU la publicidad los hacía aparecer como productos de la libertad.
Dow Chemical, Dupont, Unión Carbide trabajaron a toda su capacidad produciendo los materiales químicos de la destrucción, dirigidos hábilmente por el mariscal Goering, desde antes de la guerra, en una corporación útil a la causa nazi.
Ni qué decir de las empresas automotrices Ford, Volkswagen –que creó el famoso “escarabajo” a petición personal del Führer–, General Motors, que produjo la mitad de los tanques de la Operación Cóndor del Áfrika Korps, dirigidos por Rommel.
Asimismo, las financieras Allianz, Chase Manhattan Bank, JP Morgan, que fondearon con grandes ganancias las actividades de las industrias de guerra, ITT, IBM, Hugo Boss –manufacturera de los uniformes de aliados y nazis–, Kodak y General Electric, entre muchas más.
Las guerras son sus grandes negocios
Al finalizar la última guerra, todos aquellos que pidieron el castigo para los empresarios que atizaron y capitalizaron la conflagración fueron denunciados cómo “enemigos de la libre empresa”, “comunistas declarados” y otras lindezas.
Josiah Dubois, una de las cabezas acusadoras, declaró, desilusionado, que algunas empresas alemanas “habían obtenido condenas tan ligeras que hubieran contentado a un ladrón de gallinas”. Lo único que se permitió fue la enorme cacería humana de los Eichman y Mengeles escondidos en Sudamérica, con ayuda de la Iglesia Católica.
Lo real es que las corporaciones estadounidenses fueron el arsenal del nazifascismo. Y “siguieron luchando por la patria”. La prueba evidente fue la participación de las químicas Monsanto y Dow Chemical en la fabricación del napalm que se soltó sobre la población vietnamita.
Cero confiables los oligarcas financieros
Las banderas desplegadas por el expansionismo de las casas reinantes europeas, estuvieron sustentadas fundamentalmente en el afán de conquista y depredación, al finalizar la Edad Media. Las desplegadas por las empresas transnacionales de todo tipo, que emergieron de la segunda guerra con un espectacular crecimiento y hegemonía, no fueron diferentes.
Ambas se sustentaron en principios de odio, supremacía, racismo e intolerancia. La oligarquía financiera no es confiable. La fe que nos inculcan es como la del fundamentalismo religioso. Es como creer que lo que destruye la tecnología, después lo va a reparar.
No hay diferencia alguna entre los elementos científicos que apoyaron la conquista de los nuevos continentes, con los que se usaron después, en nombre del dinero sin color y sin partido, para devastar los cimientos de la civilización. Lo mismo en Europa que en Irak.
Después, en nombre de la cordialidad y la civilización, los mismos aparatos publicitarios de las empresas depredadoras, se hicieron cargo de la difusión de lemas para apoyar la reconstrucción, con el “consentimiento” de los mismos devastados.
Y aquí los toluquitas nos siguen endeudando
La base del poder de las oligarquías financieras, son los préstamos “atados”, es decir, los que utilizamos los pobres para financiar nuestros propios proyectos, y los intereses demenciales que tornan impagables las deudas. Esto no sólo es cierto hoy, tiene miles de años de ser verdad.
Y para cobrar las deudas son capaces de las mayores irracionalidades. Devastan, saquean, matan. Ahora y siempre. Las oligarquías financieras no son entidades inteligentes. Operan con criterios estrechos de utilidad pura y dura. Y no es cierto que los poderes políticos les pongan coto, porque el poder es de aquéllos.
¿A quién quiere engañar la tolucopachucracia cuando se endeuda irracionalmente con los bancos del exterior a costo del hambre, la educación, la seguridad y la salud de nuestra gente? Los intereses de la deuda ya rebasan los presupuestos previstos para atender esos mínimos de convivencia. Ya rebasaron la capacidad de pago de esta generación.
¿No entienden que nadie les cree cuando hablan de un presupuesto base cero que sólo va a perjudicar el bienestar y va a privilegiar los pagos puntuales de una deuda que ya volvieron inmanejable, por creer que los oligarcas les dieron una tarjeta de crédito sin límite?
Los ciudadanos de a pie sabemos que los de Metepec se van a ir –ojalá para no regresar–, pero las deudas impagables nos las dejarán a nosotros. También sabemos que los dineros no los están utilizando para nuestro beneficio.
¿Acaso los de Zacazonapan no entienden que cada vez que los oligarcas financieros logran que la historia se repita, el precio es mayor?
Índice Flamígero: Una nota informativa de la agencia Apro apunta que “alrededor de mil millones de personas en el mundo han resultado afectadas por la guerra, epidemias y desastres naturales”, de acuerdo al Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUP) en un informe presentado en Bolivia bajo el título “Estado Mundial de la Población 2015”. Y resalta que de acuerdo con varios indicadores, “hoy se considera que hay más países frágiles que hace cinco o seis años”, lo que los hace más vulnerables a los conflictos y las consecuencias de los desastres. Obra y gracia, ya ve usted, de las oligarquías financieras.
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