EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Tapiz de Anni Albers (1899-1994) en el Hotel Camino Real.
Ciudad de México, sábado 25 de enero, 2020– Annie Albers es clave en la redefinición de la figura del artista como diseñador: inició su carrera en la Bauhaus de Weimar donde dirigió la famosa y vanguardista escuela del textil en 1931, en esos años cuando se llevaron a cabo dos encuentros fundamentales en su vida: el de Josef Albers, artista que dedicó su vida a experimentar con los colores y con quien estableció una relación profesional y sentimental para el resto de su vida y, el segundo, cuando tuvo la visión del arte si se lograba borrar la separación con el diseño. Muchos años después, fue un especie de ángel de la guarda de Luis Barragán: mensajera dichosa, esperada y bienvenida.
Damián Ortega es un artista internacional que, además, dirige la editorial Alias donde han publicado más de veinte títulos relacionados con la “difusión de la obra y el pensamiento de autores significativos para el arte contemporáneo”, entre ellos el más reciente: Anni Albers: del diseño (2020) que se presentó en el Taller de la Casa Luis Barragán con un lleno completo, en donde sucedieron varias cosas al mismo tiempo: una artista leía los textos de Annie, mientras que otra persona imprimía fragmentos de uno de los tapices que diseñó Annie para que un asistente los tomara, se trepara a una escalera y los fuera pegando en el muro.
Al final de la lectura esta versión del tapiz estaba completa y Catalina Corcuera, directora de la Casa Luis Barragán relató una historia que bien justifica el hecho de que se haya presentado este libro en el Taller de Barragán: Josef y Annie Albers vinieron a México en los sesentas. Entonces, la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor expuso unos grabados del Homenaje al Cuadrado de Josef Albers. Entonces, Barragán los conoció y admiró ese trabajo, así como los diseños de textiles de Annie que, por cierto y, entre paréntesis, el tapiz que habían comprado para el Hotel Camino Real estuvo perdido durante treinta años: resulta que el año pasado lo encontraron para ser restaurado por Renato Camarillo para que ahora luzca como nuevo.
Años después, Barragán los visitó en el Black Mountain College en Connecticut. Fue en esa visita cuando se le ocurrió a Annie mandarle una carta al director del Museum of Modern Art (MoMA) en NYC, una carta como esa que llevan los ángeles de la guarda como mensajeros para acercarnos al cielo en donde le propone al director que hiciera una exposición de la obra de Luis Barragán, tal como se llevó a cabo en 1976 con fotografías de Armando Salas Portugal.
Esa carta fue el disparador con el que se consolidó el prestigio internacional del arquitecto Barragán: ese mismo año recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México y, cuatro años después, en 1980, Jay A. Pritzker le entregó su premio (equivalente al Nobel de Arquitectura) después de haber considerado que Barragán se había dedicado a la arquitectura “como un acto sublime de la imaginación poética”.
Los Albers viajaron a Oaxaca y quedaron enamorados de Monte Albán en donde les “había dado la libertad de ver las cosas aparte de su uso, como puros materiales, dignos de convertirse en objetos preciosos” y Annie, la tejedora, la diseñadora de textiles asegura que cuando “alguien que hace algo de principio a fin y lo tiene literalmente a la mano, está lo bastante cerca del material y del proceso del trabajo para sentir las influencias procedentes de esas fuentes”, tal como resulta la hechura de este libro de bolsillo con páginas cosidas, bien cosidas, con fotos en blanco y negro de algunas obras de Annie, impresa en papel ligero, con una caja que tiene márgenes amplios –¡por fin!, alguien entiende el placer de esos espacios alrededor del texto–, con un tamaño de letra e interlínea correctas.
Por eso, se siente la influencia de los pensamientos, ahora en español, de Annie Albers contenidos en un modesto objeto de arte.