Juan Luis Parra
En México, un estudiante puede morir por rechazar a un pretendiente. O por no ceder ante un maestro degenerado. O por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, en una escuela sin reglas ni autoridad.
¿La constante?
Nadie hace nada.
Nadie paga nada.
Porque este país ya no solo está podrido de violencia. Está podrido de impunidad.
Una youtuber, en su canal Ruido Social, fue a escuchar lo que muchos ignoran: lo que ocurre dentro de las escuelas mexicanas.
Lo que encontró fue una radiografía del infierno.
Estudiantes rodeados de amenazas, acoso, narcomenudeo, maestros depredadores, autoridades omisas, protocolos fantasmas.
La educación en México se convirtió en un circo sin ley, donde lo mismo puedes comprar dulces que drogas, donde el maestro que abusa da clases como si nada, y donde niñas de 15 años son manoseadas por acosadores con plaza… o perseguidas por sus compañeros.
Y lo peor no es que pase.
Lo peor es que todos lo saben.
Todos lo permiten.
Porque no hay consecuencias.
La tragedia más reciente lo confirma.
Lex Ashton, 19 años, estudiante del CCH Sur, miembro activo de grupos incel, se lanzó contra otro joven con un cuchillo y lo mató. Así, sin más.
¿El motivo? Según él, vengarse de un mundo que lo había rechazado.
Parte de una subcultura de hombres que se asumen feos, solos y resentidos, Ashton estaba convencido de que merecía a las mujeres que lo ignoraban. Así que decidió vengarse. Publicó amenazas, fotos con cuchillos, mensajes de odio. Anunció su baño de sangre.
La escuela no hizo nada.
La policía tampoco.
Su madre incluso llamó al 911 para alertar que su hijo estaba armado.
¿Resultado? Un joven muerto.
Jesús Israel, 16 años, asesinado dentro del plantel.
Y como en todo en este país, es probable que el asesino algún día recupere su libertad.
Como esa chica de Jalisco que apuñaló a su rival de amor por celos y ya está libre, haciendo anuncios como influencer para un supermercado.
Porque aquí matar, violar, golpear o abusar no arruina vidas. A veces ni siquiera arruina carreras.
Los jóvenes mexicanos no están mal.
Están criados dentro de un sistema podrido.
Y se están pudriendo con él.
El problema no es la rebeldía juvenil.
Es la ausencia total de límites.
Hobbes y Maquiavelo lo dijeron hace siglos: sin miedo al castigo, el hombre se vuelve una bestia.
En el salvaje México, el castigo es una leyenda urbana. El 99% de los delitos quedan impunes.
¿Qué frena entonces al violador, al acosador, al maestro que condiciona calificaciones por relaciones?
Nada.
¿Qué frena al porro que golpea, al prefecto que acosa, al alumno que vende drogas dentro de la escuela?
Tampoco nada.
México es un paraíso para el agresor y una sentencia para la víctima.
Como aquel trabajador de HEB en Nuevo León que murió envenenado por una “broma” de compañeros. Ya había denunciado acoso laboral. Nadie lo escuchó. Murió por confiar en las instituciones.
Y ese es el punto: en el mundo salvaje sin reglas, confiar mata.
En el mundo de las bestias, el débil muere a manos del abusivo.
Porque esto no es un problema de seguridad.
Es un problema de impunidad sistémica.
Si los políticos roban sin consecuencias, ¿por qué un maestro no va a acosar?
Si los narcos gobiernan territorios enteros, ¿por qué un estudiante no va a apuñalar a otro por un celular?
Si nadie paga por nada, todos hacen lo que quieren.
Vivimos en un país donde el crimen se cultiva en las aulas.
Donde la libertad, sin límites morales ni legales, se convierte en libertinaje.
Las escuelas se llenan de parias sin rumbo, sin estructura, sin padres.
Jóvenes antisociales que aprenden de otros igual de rotos.
Y que si no terminan muertos, terminan matando.
O en el crimen organizado.
O en la política.
El otro problema evidente es la sobrepoblación de jóvenes sin estudios, sin trabajo y sin futuro.
Decenas de miles de adolescentes en edad militar que no sirven para otra cosa más que para alimentar las filas del narco o del clientelismo político.
¿De qué sirve gastar tanto en educación si terminamos igual en un país salvaje y violento?
Ya es hora de ponerlos a hacer algo útil a los que están sin que hacer.
Aunque sea cortar el pasto en la Sedena o tapar los baches.
Porque los mismos que hoy acosan, drogan, abusan o callan…
Mañana estarán subiendo las cifras de feminicidios.
Y si no entendemos que la libertad exige responsabilidad,
si no se ponen frenos,
si no se castiga al abusivo,
seguiremos enterrando a los jóvenes de México que mueren por ir a la escuela.
Ya basta de educar sin autoridad.
Ya basta de permitirlo todo.
Ni en la escuela.
Ni en la vida pública del país.