-Victor Roccas.
“Vivimos una existencia en la cual la sombra proyectada tiene mucha más importancia que el objeto que la genera…” -V.Roccas.
Actualmente si algo tiene un repunte monumental es la capacidad de los seres humanos para dejar de serlo, la principal característica del ser humano siempre se definió como el razonamiento, sin embargo con el paso del tiempo la triste realidad es que el ser humano se ha vuelto más distinguible por su capacidad de imitación, lo que en un inicio fue una estrategia de evolución y desarrollo del intelecto hoy se ha convertido en el estancamiento y retroceso del razonamiento humano.
Desde sus orígenes aquellos primeros humanos-primates desarrollaron gestos, sonidos, vocablos, palabras, pensamientos complejos que dieron cuenta del uso de herramientas para no sólo adaptarse sino superar a otros individuos y depredadores alcanzando la cima de la cadena alimenticia. La imitación fue en su momento la escuela primigenia de los colectivos humanos ancestrales, la reproducción de acciones que dieron lugar a estrategias aprendidas de generación a generación, antes de la escritura, antes de los primeros grabados, pinturas rupestres, antes incluso de vocabularios complejos y escritura, la imitación fue lo que definió el desarrollo de lo que hoy conocemos como humanidad.
Pero, como usted lo habrá ya advertido estimado lector, hemos retrocedido a la imitación simple, a esa imitación que a falta de más razón reproducía un logro, como cuando a golpe de piedra una nuez invariablemente entregaba su contenido sin dilación alguna, empero aquellos inicios de la imitación y logros trascendentales fueron realmente base de la evolución humana, en cambio hoy son origen de nuestra involución social.
Así actualmente la mayoría de las personas sólo imitan acciones y estrategias que invariablemente satisfacen los cada vez más frívolos e intrascendentes sueños febriles de una sociedad totalmente materialista, hedonista y vulgar, una sociedad que no se adapta al entorno, por el contrario corrompe el entorno para que se adapte al capricho humano por más nefasto que este sea.
El uso del pensamiento esta francamente en extinción, casi prohibido, la gran mayoría de las personas prefieren que alguien razone por ellos, el tiempo apremia, la vida es una carrera y competencia constante, pensar es una actividad que consume tiempo y tal perdida no reditúa ganancia inmediata, incluso, posiblemente sea causal de marginación, estigma e intolerancia ante el atrevimiento al pensar, al descubrir el real sentido del ocio.
A las personas no les gusta la compañía de personas que piensan, que razonan, que critican, que ponen en duda la cotidianidad y el mundo en el que existimos, a la gran mayoría les apetece mejor rodearse de gente bonita, exitosa en lo intrascendente material o en la pueril espiritualidad de un falso dictado oculto, individuos que terminan siendo admirados por sus logros financieros y sus apariencias esculturales, estereotipos del maravilloso y encantador estafador galán de películas, pendejos que no constituyan un reto a la propia inteligencia sino por el contrario adormecen la voluntad con su excedido ego personificando vertederos ambulantes donde el intelecto se pueda abandonar sin rubor.
Hombres y mujeres sueñan con encontrar a sus príncipes azules y princesas rosas que no impliquen ni exijan el uso de pensamiento, entes vacíos, cuerpos vacuos de bella estética según temporada que seguramente podrán satisfacer las pasiones más inmediatas generando admiración, envidia y frustración, pero que no revisten otra cosa que fuegos artificiales de una sola ocasión, petardos de dos segundos que al final sólo sirven para manchar. Tal pauta de elección es la medida de todo, maquillaje y apariencia, siluetas y sombras, contornos y humo, en las relaciones sentimentales, en las relaciones laborales, en las relaciones familiares y hoy en las relaciones políticas en donde un guapo muy pendejo o un pendejo muy alto o un alcohólico con complejo de Napoleón o un mitómano mesiánico fueron elegidos presidentes y en donde las campañas electorales se planifican retocando los rostros de los candidatos, adornando con parafernalia de telenovela sus vidas, disfrazándoles de héroes antes anónimos y hoy filantrópicos, pero evadiendo siempre su miserable calidad como seres humanos e incapacidad para administrar muchísimo antes que su capacidad para “mal gobernar”.
Desafortunadamente en este mundo de pendejos abundan tales seres, se han multiplicado de manera exponencial, a nadie parece ya importar el pensamiento profundo, el intelecto bien estructurado, la construcción del razonamiento, la maravilla del conocimiento y mucho menos la realidad que hasta hace ya mucho tiempo era la base de la voluntad del ser humano, ya no importa lo que somos sino lo que aparentamos, pero sobre todo lo que representamos para otros, para ese atajo de pendejos que son el crisol de la opinión popular.
Hoy la voluntad de cada individuo ha desaparecido, esa voluntad es sustituida por imitación, por repetición de patrones que se establecen como “exitosos”, moda, estética, culto, privilegio, distinción, selectividad, discriminación, la hoy sacrosanta opinión popular, entretanto el pensamiento, la razón, el conocimiento y la consciencia están secuestrados por quienes controlan la voluntad de cada individuo, del colectivo educado en una escuela moderna de retrogradas.
¿Cuándo fue la última vez que usted mantuvo una conversación con alguien realmente inteligente, culto, alguien con gran capacidad de entendimiento, crítica, consciencia y voluntad, alguien de quien aprender sin así advertirlo en primera instancia, alguien que no haya intentado convencerle sino mostrarle el camino del libre pensamiento, alguien a quien admirar no por su vestimenta, silueta, riqueza material ni espiritual o popularidad, alguien que piensa por si mismo enalteciendo la única libertad posible, la del pensamiento propio?
Lamentablemente este mundo está pletórico de pendejos, optimistas, fanáticos, adoctrinados, manipuladores, charlatanes y toda clase de imbéciles que han enarbolado la sombra como algo muchísimo más importante que el objeto que la proyecta.
-V.Roccas.