Claudia Rodríguez
Nos anuncia el periodista Salvador García Soto, algo que va de la mano con la Estafa Rosa, parte importante en la construcción de una Presidencia planeada y llena de contratos mercantiles, financieros y civiles de por medio; para beneficiar a quienes hicieron apuestas millonarias en favor de sus intereses individuales o de grupo, pero no de los mexicanos.
El divorcio civil entre la llamada primera dama y el actual presidente de México; Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto, era inminente no tanto por el muy público comportamiento de desacuerdos entre la pareja; sino por la forma más que publicitada en que este “romance” se vendió desde el Gobierno mexiquense al ser llamada Rivera a promocionar el Estado de México, para luego culminar en una boda el 27 de noviembre de 2010, que igual trajo dividendos económicos a muchos por su cobertura, tratándose de la vida íntima-pública de la carrera del presidenciable priista con más activos de popularidad –sobre todo entre las mexicanas— para llegar a la Presidencia.
Misma fórmula para intentar arribar al Supremo poder de la Federación, intentó aplicar el aún Gobernador-Senador chiapaneco Manuel Velasco con el movimiento de contraer nupcias con la actriz y cantante Anahí; más ni siquiera este matrimonio fue factor de relevancia para las aspiraciones de llegar a Los Pinos por el contrayente.
Angélica Rivera, además tuvo que solicitar a la misma autoridad eclesiástica la anulación de su matrimonio, de la que luego ella dijo no fue necesaria, porque sus nupcias con José Alberto Castro no contó con la formalidad de correr las amonestaciones, lo que anulaba de sí, el acto. La misma Verónica Castro, tía de las hijas de la señora Rivera, señaló que eso era una artimaña de su ahora ex cuñada, para alcanzar otros fines muy particulares de la también actriz Rivera, que se dice artista.
Desde hace años, la aún esposa de Peña Nieto no vive en México. Fue muy sabido el pago de impuestos por “un amigo” se dijo de Peña y Rivera; del departamento en Miami que ella posee, seguro entre otras más propiedades en los Estados Unidos, en donde por cierto viven y estudian algunos de los hijos de la pareja que aportaron a la familia por separado.
La Estafa Rosa que es este matrimonio entre la actriz y el político, fue parte de uno de los capítulos con los que distintos capitales llevaron a Peña Nieto a la Presidencia y desde donde operó a favor de ellos, ni duda cabe. Sólo hay que voltear a ver los términos de las nombradas Reformas Estructurales, que benefician hasta los capitales extranjeros, y a nosotros el pueblo, nos despojan.
De consumarse y hacerse público el divorcio en el papel entre la pareja que supuestamente ha habitado de manera conjunta en Los Pinos; no vendrá más que la confirmación de la burla que este matrimonio representó para todos los mexicanos. El contrato de una actriz para representarnos incluso en actos en los que su marido fungía como jefe de Estado.
Todo esto suena al beneficio económico que la señora Angélica Rivera obtuvo de un contrato para representar un papel por casi un sexenio, con gastos excesivos pagados.
Por más simpática que intente mostrarse en ocasiones la señora Rivera, nadie olvida el desdén en su gesticulación y sus palabras, cuando intentó decirnos a todos, que ella con sus ahorros de toda la vida en su trabajo como actriz, logró comprar la Casa Blanca de Las Lomas de Chapultepec.
Acta Divina… “Qué bueno que todo el mundo sea feliz, pero vamos a ser claros. ¿Ahora resulta que mi hermano y Angélica se casaron de mentiras? Así lo señaló la actriz Verónica Castro.
Para advertir… Al menos vivir en Los Pinos o como “la familia presidencial”, ha sido para siete mexicanos, una gran aventura repleta de lujos, a costa de todos los mexicanos, en algo que bien puede nombrarse: La Estafa Rosa.
Habría que asomarse a los archivos digitales de la boda entre Rivera y Peña, en donde no hay asomo de felicidad de ninguno de los dos.
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