homopolíticus
- Sin preservar, la escena del crimen
El foco de atención no es cómo se escapa, sino el daño que hizo y el desastre que deja Cuauhtémoc Blanco —su apellido materno es Bravo—, con la complicidad y encubrimiento no de pocos que lo siguen disculpando y hasta protegiendo.
El primero es Andrés Manuel López Obrador, defensor de oficio sin descanso del exfutbolista y actor cómico de Televisa, quien cedió a los chantajes de Hugo Éric Flores y lo hizo candidato y gobernador. Luego siguió Olga Sánchez Cordero, Adán Augusto, Luisa María, que lo protegieron, como Julio Scherer, con quien hizo negociaciones redituables. Las denuncias federales no prosperaron porque el fiscal Alejandro Gertz y el jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, y aún Pablo Gómez, enviaron a la reserva las investigaciones en su contra.
Con señalamientos de violencia familiar y actos inmorales bajo los afectos de caldos báquicos, llegó primero a Cuernavaca, donde presentó su candidatura con documentos ilegales que lo convertían así en delincuente electoral, pero contó con protección central de Miguel Ángel Osorio Chong. Si espurio en la presidencia municipal, espurio en la gubernatura. No apto personal, política ni electoralmente para el cargo, se lanzó a la aventura de administrar el tesoro público de Morelos, con graves señalamientos, además de actos faltos de honradez por evidentes, y todo le ha sido perdonado y premiado.
Aun cuando José Manuel Sanz, de quien decía lo quería como un papá, y su hermano uterino Ulises Bravo, realmente ejercieron el poder político, administrativo y financiero, Cuauhtémoc Blanco actuó como el Cuauhtémoc niño —«Me llamo Roberto», decía apenado— que se robaba las canicas y el dinero del juego de sus amigos y se echaba a correr a su casa con el botín —«El que nada debe nada teme […] Tengo la conciencia tranquila»—.
Todo este tiempo no actuó solo. Sus gabinetes legal y ampliado tienen parte de responsabilidad de la tragedia, por obra y omisión. Los exfuncionarios despedidos no están exentos de investigación. Ahí están Mirna Zavala, Alejandro Villarreal, Gilberto Alcalá y Margarita González. De los actuales, Víctor Mercado, Mónica Boggio, José Gerardo López, Poncho Sotelo, Pepe Guarneros, Pepe Galindo, Luis Arturo Cornejo y Sandra Anaya, entre otros exfutbolistas y familiares bajo evidencia.
La herencia es maldita. La silla de Palacio de Gobierno debe ser quemada. La revisión de los gastos, peso por peso, debe ser exhaustiva. El gasto de los fondos de libre transferencia fue alegre. El desenfreno llegó a su fin. La orgía gubernativa no tiene parangón. No es el tejido social el que debe reconstruirse, sino el tejido político y gubernamental. Las familias de Morelos no quieren seis años de más de los mismo o peores.
Lo dejaron ir, sin ser molestado. Al zar anticrimen Uriel Carmona le temblaron las corvas. Al zar anticorrupción Juan Salazar le faltaron agallas. La escena del crimen no fue preservada. El cameral Grupo de los 15 —Pancho Sánchez, Agustín Alonso chico, Julio Solís, Eliasib Polanco, Paola Cruz, Tania Valentina Rodríguez, Alejandro Martínez, Macrina Vallejo, Guadalupe Gordillo, Óscar Cano, Ángel Adame, Alberto Sánchez, Verónica Anrubio, Luz Quevedo y Zoraida del Rayo, se convirtió en servidumbre de Cuauhtémoc y facilitaron su evasión. Peor el G5 cuauhtemista: Mirna Zavala, Érika Gordillo, Margarita Soriano, Arturo Pérez y Ariadna Barrera, que se pusieron del lado de su conquistador iletrado.
letraschiquitas
Regidores por los que nadie votó y con amplias posibilidades de que nadie vote por ninguno, escenificaron un infiernillo por el manejo corrupto de los dineros del ayuntamiento de Cuernavaca y su líder José Luis Urióstegui hasta les tomó protesta***. La ansiedad y enfado que muestra Cuauhtémoc Blanco ante la incertidumbre de su futuro inmediato —político y judicial—, con una carga muy pesada sobre sus hombros, puede ser interpretado como que la Cuatroté lo ha abandonado a su suerte, aunque le haya regalado una curul***. La socia del diario El Sur de Guerrero, Viétnika Batres —señalada en la revista Etcétera de recibir 19 millones de pesos en contratos con el gobierno federal—, firmó la carta de apoyo a la periodista del Times, Natalie Kitroeff, expuesta por el presidente de México al hacer público su teléfono privado.