Por: Leopoldo Díaz Pérez
El preludio del cambio de frente de batalla de las tropas de los Estados Unidos de Afganistán a Ucrania lo marcó un trascendente comunicado del mandatario de esa gran nación en el que ponderaba los intereses nacionales y la importancia de cuidar la fortaleza de sus tropas desplegadas en ultramar, así como la visión estratégica de su Seguridad Nacional al principio del milenio y dos décadas después de los atentados a las Torres Gemelas del World Trade Center en la Cd. de Nueva York y al Pentágono en Washington D.C. perpetrado por un enemigo ubicuo que implicó algo verdaderamente inusitado: abrir un frente de batalla en el corazón estratégico de su territorio y desplegar a la GUARDIA NACIONAL en el Distrito de Columbia. Me refiero a las declaraciones del presidente Joe Biden del 15 de abril de 2021, cuando comunicó la retirada de tropas de Afganistán.
Desde la guerra anglo-estadounidense en 1812 la única incursión bélica en territorio norteamericano había sido el ataque del general revolucionario Francisco Villa a Columbus, Nuevo México en 1916, que provocó la Expedición Punitiva de los Estados Unidos.
La fortaleza de las tropas de los Estados Unidos de Norteamérica tiene su raíz en aquel Ejército Continental formado el 14 de junio de 1775, precursor de la declaración de Independencia el 4 de julio de 1776. El Lema actual del Ejército reza “Esto lo defenderemos”
El 9 de septiembre de 1777 las tropas de ese Ejercito en desarrollo consolidaron su moral, vieron cristalizar su ideal de independencia y acariciaron los principios de igualdad y libertad de la ilustración francesa cuando triunfaron en la Batalla de Saratoga.
La patria se debe a las fuerzas armadas, cara herencia que Joe Biden refrenda al comunicar la evacuación de tropas de Afganistán -después de dos décadas de combatir-, en los siguientes significativos y emotivos términos:
estamos absolutamente unidos en nuestro respeto y apoyo al valor, coraje e integridad que los hombres y mujeres de las fuerzas armadas de Estados Unidos prestan en su servicio. Estoy inmensamente agradecido por la valentía y firmeza que han demostrado durante casi dos décadas de despliegues de combate. Como país estamos en deuda con ellos y con sus familias para siempre.
Todos ustedes saben que menos de un 1 % de los estadounidenses prestan servicio en las fuerzas armadas. El resto, el 99 %, estamos en deuda con ellos, estamos en deuda con ellos. Nunca se han echado para atrás en ninguna misión que les hayamos pedido.
He sido testigo de su valentía de primera mano durante mis visitas a Afganistán. Nunca han dudado de su determinación, han pagado un tremendo precio en nuestra defensa y tienen el agradecimiento de un país agradecido.
Tenemos que vencer esta pandemia y fortalecer el sistema sanitario mundial para prepararnos para la próxima, porque habrá otra pandemia.
El hecho es que hoy mismo voy a visitar el Cementerio Nacional de Arlington, la sección 60, y ese sagrado monumento al sacrificio estadounidense.
La sección 60 es donde están enterrados nuestros recientes caídos de guerra, incluidos muchos de los hombres y mujeres que murieron luchando en Afganistán e Iraq. En la sección 60 no hay una distancia reconfortante en la historia. El dolor es crudo. Es un recordatorio visceral del coste vivo de la guerra.
Durante los últimos 12 años, desde que me convertí en vicepresidente, he llevado conmigo una tarjeta que me recuerda el número exacto de tropas estadounidenses muertas en Iraq y Afganistán. Ese número exacto, no una aproximación o un número redondeado, porque cada uno de esos muertos son seres humanos sagrados que dejaron atrás familias enteras, hay que tener una cuenta exacta de cada uno de ellos.
A día de hoy, hay 2.488 [2.448] soldados y personal estadounidense que han muerto en la Operación Enduring Freedom (libertad perdurable) y en la Operación Freedom´s Sentinel (centinela de la libertad), nuestros conflictos en Afganistán. Han resultado heridos 20.722.
Soy el primer presidente en 40 años que sabe lo que significa tener un hijo prestando servicio en una zona de guerra. A lo largo de este proceso, lo que me ha guiado ha sido recordar cómo era cuando mi difunto hijo Beau fue desplegado en Iraq. Lo orgulloso que estaba de servir a su país. Lo insistente que era para desplegarse con su unidad y el impacto que tuvo en él y en todos nosotros en casa.
Hoy tenemos miembros del ejército que cumplen su deber en Afganistán cuyos padres prestaron servicio en la misma guerra. Tenemos militares en servicio que aún no habían nacido cuando nuestra nación fue atacada el 11 de septiembre.
La guerra en Afganistán nunca debió ser una empresa multigeneracional. Fuimos atacados. Fuimos a la guerra con objetivos claros. Logramos esos objetivos. Bin Laden está muerto y al Qaeda está degradada en Iraq, en Afganistán. Y es hora de terminar la guerra que no acaba.
Gracias a todos por escuchar. Que Dios proteja a nuestras tropas. Que Dios bendiga a todas las familias que han perdido a alguien en este empeño.
Esa es la relación de reciprocidad, de identificación, de agradecimiento, del mandatario de los Estados Unidos con sus fuerzas armadas a las que honra con sus palabras y hechos.
Pero no termina ahí la reflexión, son comunes los eventos en que el pueblo norteamericano demuestra su admiración, agradecimiento y profundo respeto cuando expontamente se ponen de pie y aplauden y vitorean a militares a su paso por aeropuertos u otras ocasiones con motivo de su regreso a casa del frente de batalla allende los mares.
Esta es la expresion de la conviccion del ciudanano por sentirse protegido y representado con orgullo ante el mundo o justamente en el ambito familiar, cuando ruedan lagrimas de sus seres queridos al arribo a su hogar, cuando no, al mausoleo sembrado de cruces del cementerio de Arlington, despues de amortajar a los heroes con la bandera de las barras y estrellas. Es la demostración de profunda congruencia del mandatario que lleva a diario la cuenta certera de los valientes que uno a uno caen en el cumplimiento de su deber con la patria, sin regatear los meritos por las circunstancias de los eventos belicos, al final son vidas que se inmolan por esos principios de igualdad y libertad. Es una nación grande porque fuerte es el compromiso de la patria para con sus fuerzas armadas, al final de cuentas emanadas del pueblo como aquel Ejercito Continental genesis de la patria de los padres de la Independencia de los Estados Unidos.
Hace pocos años algunos analistas fincaban la superioridad de las Fuerzas Armadas Estadounidenses en la capacidad de operar en cualquier region del globo en un teatro de operaciones con total comunicación entre fuerzas de tierra, mar, aire y espaciales; virtud esta que no se conoce a ninguna otra nación.
Pero hay más, además de esa coraza que les permite coordinar operaciones en todos los ambientes de guerra y en el más remoto punto geográfico, los militares norteamericanos no pueden ser sujetos a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional por su actuación en operaciones ya sea en ataques quirurgicos como el caso de Bin Laden o masivos cual “Tormenta del Desierto”; pues su gobierno no ha ratificado acuerdos internacionales como el “Estatuto de Roma”.
Ellos, los combatientes, saben que van a luchar y tal vez a morir por tu patria, pero que sus gobernantes los cuidarán y protegerán, incluidas sus familias. Sin duda el resultado es la alta moral de sus tropas. Y ellos exclaman: ¡ESTO LO DEFENDEREMOS!.
@Leopoldiazperez