Eduardo Sadot
En los gobiernos tiránicos de centro y Sudamérica, las fuerzas armadas fueron el instrumento represor, ejércitos emanados de escuelas militares elitistas, así tuvieron el suficiente control de la fuerza bruta para reprimir y controlar a sus pueblos, pero las tiranías han evolucionado, un ejemplo palpable es el caso de México.
La vinculación de los grupos políticos intolerables y tiránicos, disfrazados de gobiernos bondadosos, idiotizando con estribillos populistas como “el pueblo bueno” para consolidar dictaduras, así Chávez en Venezuela, por citar solo un ejemplo y hoy en México la delincuencia sirve como anillo al dedo.
En sus orígenes, la delincuencia vio la manera de tener protección apoyando a candidatos, que ya entronizados en el poder, cedieran sus favores a la delincuencia que pagó sus campañas. En esa etapa, la delincuencia, operó en favor de candidatos afines – como en la elección pasada – donde inhibieron y hasta secuestraron a ciudadanos representantes de partidos y funcionarios de casilla, para favorecer a sus candidatos, pero también evidenciaron su fuerza, asesinando a candidatos opositores al régimen.
Después reflexionaron y dieron con la llave del poder, postulandose ellos mismos – la delincuencia – a sus propios miembros como candidatos para no depender de los políticos, vamos, ellos mismos encontraron – la delincuencia – la manera de hacerse políticos, una formula explosiva, llevar al poder a la delincuencia misma, los mexicanos no hemos querido darnos cuenta del binomio delincuencia-política, que ha distraído muy bien la realidad actual, con el señalamiento de que “antes había corrupción” cuando desde siempre nos han dicho que no se combatirá a la delincuencia – o no a los delincuentes ajenos o alejados del gobierno – con la frase de paz y no más guerra, que no serán combatidos, eso es más cierto de lo que se creía o a simple vista se pueda observar.
Antes algunos políticos se hacían delincuentes de cuello blanco, caían en la tentación de malversar fondos y robar, tratando de ocultar, que antes no los castigaban pero también eran descubiertos y castigados, ya se olvidaron de Durazo, Jorge Díaz Serrano, Eugenio Méndez Docurro, Felix Barra García, Miguel Ángel Barberena, Oscar Brauer Herrera, Fausto Cantú Peña, y muchos más, junto con ellos, pero de eso, convenientemente no lo saben o no se acuerdan. Hoy los delincuentes se hacen políticos, para, además de robar asesinar impunemente, con el pretexto de que, bueno como hay mucha delincuencia, lo asaltaron, lo robaron, lo asesinaron, pero no lo hizo el gobierno.
Esa etapa siguiente, la viviremos los próximos tres años, ante la imposibilidad de corromper a las Fuerzas Armadas Mexicanas, sabiendo que se caracterísan por su lealtad a las instituciones de la Patria – no a los hombres – no es casualidad que hoy vemos hasta en el senado secuestradores, asesinos disfrazados de guerrilleros que pretenden minimizar sus culpas con el pretexto de ideologías de izquierda, hasta a los asesinos pretenden hacerlos héroes nacionales, pero quien hará hoy la tarea que en las dictaduras lo hacían los ejércitos elitistas, hoy lo hace la delincuencia organizada, es una coartada útil y rentable políticamente, pero no han considerado que aún están ahí las fuerzas armadas garantes de honor y honestidad, para defender a la Patria, y que Estados Unidos sabe, la frágil frontera entre la guerrilla y el terrorismo internacional que se hermanan y son una amenaza a su frontera, veremos qué sucede, qué sigue en los próximos tres años en éste México turbulento y convulso.
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