Juan Luis Parra
Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, denunció al narco. Pidió ayuda al gobierno federal. Le respondieron con silencio. Y siete balazos.
La reacción de Morena fue una plantilla vacía: “Confiamos en las instituciones”.
La presidenta Claudia Sheinbaum no dijo nada durante horas. Ni una palabra propia. Ni una pizca de empatía. Ni una acción clara. La estrategia del poder es siempre la misma: que pase rápido, que se olvide pronto.
Pero esta vez no se olvidó. Porque algo ya cambió.
Miles de jóvenes han puesto fecha: 15 de noviembre. Marcharán desde el Ángel hasta el Zócalo. No por partidos. No por políticos. Por justicia. Por hartazgo. Por miedo transformado en rabia.
¿El símbolo? Una bandera de anime. Sí, una caricatura llamada One Piece.
¿El fondo? Un país podrido que ya no puede esconder el olor.
La Generación Z ya no se anda con rodeos. No va a mítines. No escucha noticieros. No cree en medios ni en voceros. Organiza protestas como piden un Uber: en Instagram, en X, en Discord.
¿No sabes qué es Discord? Es una app que nació para jugar en línea y hoy coordina ejércitos. Ucrania la usa en la guerra. Los jóvenes mexicanos la usan para construir una resistencia digital.
Son salas privadas, foros en tiempo real. No hay jefes. Hay comunidad. Hay acción.
Así empezó en Nepal.
Cuando el gobierno prohibió redes sociales para ocultar su corrupción, la Gen Z no lo discutió en mesas de diálogo ni buscó políticos. Tomó las calles. Incendió el parlamento. Forzó la renuncia del primer ministro. Todo desde Discord.
Allí también levantaron la bandera de One Piece. No por moda. Por mensaje: justicia, libertad, rebeldía. Conceptos ampliamente mencionados en la obra de animación japonesa.
Esa misma bandera ondeará este 15 de noviembre en México.
Aquí, el caso de Manzo no es el único motivo. Es la gota. Pero el vaso lleva años rebosando.
Niños reclutados por el narco. Jóvenes sin casa, sin empleo, sin paz.
Una política de abrazos para asesinos y una política de oídos sordos para ciudadanos.
Una generación que heredó un país descompuesto y ahora se niega a fingir que todo está bien, que la violencia acabará con un impuesto a sus videojuegos.
Los políticos, desconectados de la realidad, intentaron infiltrarlos.
Algunos grupitos como “Sociedad Civil” creyeron que podían montarse en la ola, diciendo: “¿Vas a votar? Pues antes danos una firma para hacer nuestro partido…”. Al poco tiempo, ese tuit ya no se encuentra. Lo borraron, seguramente por las reacciones negativas. También, Morena está difundiendo mensajes masivos falsos por WhatsApp, absurdos, advirtiendo que es una “marcha trampa del PRIAN”. Que “cuidarán a sus hijos”. Buscando que las madres no dejen ir a los suyos.
Mientras Sheinbaum se esconde detrás del aparato, los jóvenes ya están organizando su propia narrativa.
Son apartidistas, pero no apolíticos.
Están encabronados, pero no son tontos.
No creen en la institucionalidad porque llevan años viéndola fallar.
¿Ridículos por usar un anime como estandarte?
Puede ser. Pero sus referencias son otras. Debemos entender que ellos no crecieron con Televisa, con Gobernación prestando el papel para los periódicos ni con permisos para hacer radio. Crecieron en la libertad absoluta del Internet.
La Gen Z no quiere heredar ni la resignación de los baby boomers, ni la hipocresía de los Gen X, ni el eterno “ya merito” de los millennials.
Quiere justicia.
Quiere vivir sin miedo.
Y, sobre todo, quiere que alzar la voz no se pague con la vida.
Este 15 de noviembre será un parteaguas.
Si el gobierno cree que esto es solo otra protesta más, se equivoca.
Aquí no hay estructura, pero hay apoyo de la gente.
No hay líderes, pero hay convicción.
Y lo más peligroso para el poder: no hay nada que perder.
Las redes ya no son solo para entretener.
Son trincheras.
Son megáfonos.
Son fósforos digitales listos para encender calles.
Nepal fue el primer aviso.
¿México es el siguiente capítulo? Veremos si el gobierno logra desactivar esa bomba que explotaría en quincena.





